domingo, 28 de junio de 2009

CLAUSURA DEL AÑO PAULINO

El lunes entrante es la Solemnidad de San Pedro y San Pablo y esta gran fiesta tiene el significado especial este año de ser la ocasión de la clausura del año paulino.
El Santo Padre ha nombrado delegados especiales para las celebraciones que se harán en los lugares asociados con el Apóstol de los Gentiles: Tierra Santa, Chipre, Turquía, Grecia, Malta, Líbano y Siria. El mismo Papa Benedicto XVI clausurará las celebraciones dedicadas al gran evangelizador en Roma, en la Basílica de San Pablo Extra Muros.
Es un buen momento, al terminarse este año, y apenas habiendo comenzado un año dedicado al sacerdocio, como vimos la semana pasada, qué significado ha tenido este año en la vida de la Iglesia. Es difícil hacer un juicio general. Creo que la mejor manera de responder a la pregunta es que cada uno de nosotros medite sobre si le ha permitido que la reflexión sobre el papel de San Pablo en la vida de la Iglesia y sobre sus escritos en la Biblia le han ayudado a vivir mejor la vida cristiana.
En la Iglesia local, algunas parroquias han tenido retiros dedicados a San Pablo. Los movimientos diocesanos han dedicado días a él. Ha habido momentos de oración profunda, considerando los textos paulinos. En algunas parroquias se han publicado reflexiones para ayudar a la lectura de las cartas paulinas. Se le ha pedido a San Pablo que rece por nosotros, en nuestra continua labor en la Iglesia, la labor que el fallecido Papa Juan Pablo II llamaba la "Nueva Evangelización".
Es imposible imaginarse el cristianismo sin San Pablo. Su esfuerzo por comunicar la fe de tal manera que los no judíos pudieran acercarse a ella hizo posible el crecimiento de la Iglesia, hasta el punto que llegara a ser, a pesar de graves persecuciones, la religión predominante en Europa, ya para el siglo IV. No cabe duda que San Pablo estuvo al origen de ese proceso.
A nosotros nos toca seguir este esfuerzo por comunicar la fe, a un mundo que pareciera incapaz de recibirla. El diálogo de San Pablo con los filósofos en el Areópago de Atenas (cf. Hechos 17, 19-34) nos indica lo difícil que fue poder expresar la fe en el Señor resucitado de tal forma que los paganos se abrieran a ella. Sin embargo, la Iglesia ha logrado siempre encontrar la manera de comunicar la única fe en formas adaptas a cada cultura.
Quizás sería el fruto más bello del año paulino que recobrara un nuevo impulso la nueva evangelización. Un mundo que no reconoce la dignidad del ser humano, cuerpo y alma, y de todas sus acciones más que nunca necesita conocer a Jesús. Como insiste el Concilio Vaticano II, en uno de sus textos más importantes, el párrafo 22 de la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo moderno, Gaudium et Spes: "En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado.
Porque Adán, el primer hombre, era figura del que había de venir, es decir, Cristo nuestro Señor, Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación".
El mensaje de este pasaje, en la composición de la cual tuvo mucho que ver un joven Obispo polaco Karol Woytyla (el futuro Papa Juan Pablo II), vemos que es Jesús el que nos enseña el valor de la vida humana y a la misma vez, cómo es que debe vivir el ser humano. Mirando el mundo que nos rodea, en el cual el aborto y la eutanasia se aceptan, pero los científicos no tienen temor al crear la vida humana en los laboratorios, se ve con claridad que hemos perdido de vista lo que significa ser hombre y mujer creados a imagen y semejanza de Dios, una imagen y semejanza que se revela de una manera muy particular en el amor fiel e indisoluble entre los esposos, un amor abierto a participar en la creación.
Por lo tanto, mi sugerencia al final de este año paulino es que el ejemplo del Apóstol a los Pueblos les dé un nuevo impulso a los católicos y de hecho a todos los cristianos del Tercer Milenio, para convertirnos en evangelizadores del mundo de hoy, comenzando por quizás el punto más delicado. Sería éste ayudar a nuestros hermanos a reconocer la maravillosa belleza del plan de Dios para el ser humano, un plan realizado sólo en Jesús. Lo expresa así el mismo San Pablo, en su carta a los Efesios: "Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido" (1, 3-6).
El Rev. Padre Alfredo I. Hernández es párroco de la iglesia Católica Santa Juliana. Su correo electrónico es fralfredo@stjulianacatholicchurch.com.

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