lunes, 7 de junio de 2010

Decir sí cada día

Bonifacio Fernández - Martes 08 de Junio del 2010

 
 

El domingo día 30 de mayo el arzobispo de Westminster, en una Eucaristía, bendecía a unos 600 matrimonios. Las parejas renovaron sus promesas conyugales. Alguna de ellas ya a punto del cumplir los 60 años de matrimonios.

En el mismo fin de semana, en otro país europeo, Croacia, en el santuario mariano Marija Bistrica, cerca de Zagreb, unos 400 matrimonios renovaban su sí matrimonial como un compromiso de crecimiento diario. Y, al mismo tiempo,  su decisión de seguir creyendo y construyendo su relación de amor.

Estos acontecimientos no suelen ser portada en los noticiarios. Y, sin embargo, es ahí donde se está gestando futuro de la sociedad y el bienestar de las personas. El matrimonio es la primera, indispensable, insustituible escuela de vida y amor. No es una aventura fácil; requiere esfuerzo y generosidad. El sueño de amor matrimonial es persistente y fuerte; es la causa más grande de felicidad personal; pero tiene sus fragilidades, como todo lo humano. Está sometido al desgaste del tiempo, al acecho de la rutina, a la tentación de la ensoñación.

Nuestra sociedad, en el imaginario colectivo que va formando, intensiva lo fácil y lo inmediato. Absolutiza las gratificaciones y los éxitos rápidos; exaspera el individualismo. Por eso, mina muchos proyectos de vida y sueños de amor. Pone obstáculos, pero no motiva, ni facilita, ni acompaña y ni apoya a los matrimonios y familias en sus dificultades. La fidelidad creativa es muchas veces una carrera de obstáculos, tanto internos como externos.

Por otra parte, las noticias de la violencia conyugal no cesan. Crecen de día en día. Compromisos de amor que terminan, paradójicamente, en destrucción, anulación y hasta en la muerte. ¡Qué contradicción! ¡Qué tristeza! Además, las noticias de separaciones de famosos, un día muy enamorados,  tras veinte o cuarenta años de convivencia, nos sorprenden y nos sugieren muchas preguntas: ¿Qué han vivido? ¿Qué y cómo se han amado? ¿No es el amor una energía interpersonal en crecimiento, que crea intimidad, pertenencia, vinculación y sentido vitalizador? ¿No han tenido un proyecto de vida de convivencia, de crecer juntos, de envejecer juntos, de ser fecundos? ¿Qué ha sucedido? ¿Dónde ha empezado a marchitarse la rosa roja del amor?

En cualquier caso, estas noticias significan que el matrimonio como escuela de vida y amor, de felicidad y fecundidad, constituye una tarea a realizar. No se puede dar por supuesto que funciona por sí mismo, como si fuera un engranaje automático. Se trata de un proyecto de vida a realizar juntos; se trata de un sueño de amor a soñar juntos día a día. Y es el amor el que tiene despierta a la esperanza; y es la esperanza de vivir y disfrutar cada día más intensamente ese proyecto la que mantiene vivo el amor.

El  amor tiene en vela  la esperanza.
La esperanza tiene en vela el amor.
Y un matrimonio lleno de presencia amorosa
es buena noticia de Dios.
La mejor noticia del Dios amor.

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