jueves, 2 de junio de 2011

La coherencia, signo de madurez laical

Santa Fe, 1 Jun. 11 (AICA)

El arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, monseñor José María Arancedo, advirtió que “un Evangelio que no se haga vida en nosotros por el don del Espíritu de Dios, puede quedarse en una doctrina más pero no llega a transformar nuestras vidas”.

“El cristianismo es una Palabra, mejor dicho, es el Evangelio hecho vida. Este domingo la liturgia nos habla del desarrollo de la vida cristiana en la primera comunidad y, a través de ella, de su presencia en el mundo”, subrayó en su alocución semanal.

El prelado explicó que “en los Hechos de los Apóstoles siempre aparece en primer lugar la predicación del Evangelio y junto a él la comunicación del Espíritu Santo. No se predicaba una doctrina, se predicaba el inicio de una Vida Nueva”.

“¿Cómo se trasmitió esta presencia del Espíritu a los fieles para hacer realidad el Evangelio? La respuesta es Pentecostés. ‘No los dejaré huérfanos, ya les había dicho el Señor, volveré a ustedes’; este primer volver se cumplió en Pentecostés”, precisó.

Tras señalar que “hoy esta misma realidad se sigue comunicando en la Iglesia a través de su Palabra y los sacramentos, en especial del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, sostuvo que “aquí radica la fuerza y la identidad del cristiano; esto no lo saca del mundo, por el contrario, lo fortalece para estar en el mundo”.

Asimismo, destacó que “el lugar del laico es el mundo, pero desde la riqueza de esa Vida Nueva que ha recibido. Él debe ser sal y luz para el mundo. Esta es su vocación y responsabilidad”.

Monseñor Arancedo recordó que “al hablar de la espiritualidad de los laicos, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, dice: ‘Los fieles laicos están llamados a cultivar una auténtica espiritualidad laical, inmersos en el misterio de Dios e incorporados en la sociedad’. Dios o el mundo no es una opción para el laico, sino una relación en la que está llamado a vivir. Por ello, va a concluir que su espiritualidad: ‘rehuye tanto de un espiritualismo intimista como de un activismo social y sabe expresarse en una síntesis vital que confiere unidad, significado y esperanza a la existencia’.

“Como vemos no se trata de vidas paralelas: una, religiosa con sus creencias y prácticas, y otra, secular con sus propias normas ajenas a los principios del Evangelio.

Un signo de madurez laical es la coherencia entre su vida de fe y su compromiso familiar, profesional, social como político. La síntesis alcanzada entre vida y fe determina el nivel de una vocación laical, que la convierte en una presencia viva del mensaje de Jesucristo”, concluyó.+

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