sábado, 25 de junio de 2011

"Nos das el pan de la verdadera vida"

Buenos Aires, 25 Jun. 11 (AICA)
Celebración del Corpus Christe en la Plaza de Mayo

El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, recordó hoy que la Eucaristía es “símbolo de la alegría de la Resurrección”, y aseguró que “los cristianos compartimos la ‘Sal de la Vida’ del Resucitado y esa sal impide que nos corrompamos, impide que nos disgreguemos y que nos desvaloricemos”.

“¡La alegría del Evangelio, la alegría del perdón, la alegría de la justicia, la alegría de ser comensales del Resucitado!
Cuando dejamos que el Espíritu nos reúna junto a la mesa del altar, su alegría cala hondo en nuestro corazón y los frutos de la unidad y del aprecio entre hermanos brotan espontáneamente y de mil maneras creativas. ¡Comamos el Pan de Vida: es nuestro vínculo de unión, comámoslo, no sea que nos disolvamos, que nos desvinculemos. Bebamos la Sangre de Cristo que es nuestro precio, no sea que nos desvaloricemos, nos depreciemos!”, propuso.

El purpurado porteño destacó la valentía de los miles de fieles que desafiaron las bajas temperaturas y la amenaza de lluvia para participar de la misa y procesión del Corpus Christi en la Plaza de Mayo, que este año llevó por lema "Nos das el pan de la verdadera vida".

Señaló que esa es “una hermosa manera de sentir y gustar la Eucaristía. La sangre de Cristo, la que derramó por nosotros, nos hace ver cuánto valemos. Como porteños, a veces nos valoramos mal, primero nos creemos los mejores del mundo y luego pasamos a despreciarnos, a sentir que en este país no se puede, y así vamos de un lado a otro. La sangre de Cristo nos da la verdadera autoestima, la autoestima en la fe: valemos mucho a los ojos de Jesucristo. No porque seamos más o menos que otros pueblos, sino que valemos porque hemos sido y somos muy amados”.

El cardenal Bergoglio advirtió, además, sobre esa tentación muy argentina de “desunirnos, de hacer internas de todo tipo, de cortarnos solos”, pero destacó que en la sociedad también late fuerte “un anhelo muy grande de unión, el deseo de ser un solo pueblo, abierto a todas las razas y a todos los hombres de buena voluntad”.

“La unidad se enraíza en nuestro corazón y cuando la cultivamos con el diálogo, con la justicia y la solidaridad, es fuente de mucha alegría. La Eucaristía es fuente de unidad. Comamos este Pan, no sea que nos disgreguemos, que nos anarquicemos, que vivamos enfrentados en mil grupitos distintos”, aseguró.

Marcha juvenil
La expresión de fe pública comenzó por la mañana con una marcha juvenil por la ciudad que convergió en plaza Miserere, en el barrio de Once, y desde donde siguió en una columna hasta plaza Lorea, frente al Congreso.

Allí, el cardenal Bergoglio exhortó a los jóvenes a no dejarse despreciar la dignidad ni nivelar hacia abajo por “los mercachifles de la ilusión que te drogan la vida, te prostituyen el amor y te cortan tu propia vocación”.

“A ustedes Dios, la Patria, les pide que cada uno de sea lo que debe ser. Que cada uno de ustedes siga adelante su vocación, que no dejen nivelarse hacia abajo. Dejarse que le desprecien la dignidad es dejarse hacia abajo. No se dejen nivelar hacia abajo”, aseveró.

Al concluir la ceremonia concelebrada, el cardenal Jorge Bergoglio renovó la consagración de la ciudad y de la arquidiócesis a Nuestra Señora de Luján, para luego encabezar la procesión tradicional con el Santísimo Sacramento alrededor de la Plaza de Mayo.

La custodia que guarda la hostia consagrada fue llevada por el vicario episcopal de Pastoral, monseñor Eduardo García, seguida por el primado argentina, demás obispos auxiliares, sacerdotes, los abanderados de los colegios católicos, los seminaristas porteños, los jóvenes y el resto de la feligresía presente.

La procesión culminó con la multitud entonando el Himno Nacional Argentino y el cardenal Bergoglio impartiendo la bendición eucarística.+

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