sábado, 13 de octubre de 2012

El testimonio de un padre conciliar de 97 años

Obispo italiano Felice Leonardo recuerda los días del Vaticano II

Por Luca Marcolivio

ROMA, sábado 13 octubre 2012 (ZENIT.org) - Monseñor Felice Leonardo, es uno de los obispos italianos que participaron en el Concilio Vaticano II. Con 97 años de edad, el ahora obispo emérito de Cerreto Sannita-Telese-Santa Ágata de Goti, es el más anciano de los que asistieron el jueves a la celebración eucarística en San Pedro por los 50 años de la apertura del Concilio.

Antes de dirigirse a la Audiencia de ayer, y posterior almuerzo del papa con sus selectos invitados, ZENIT conversó con este padre conciliar, quien nos manifestó con humildad de sentirse “honrado” por la entrevista. Así, monseñor Leonardo, más lúcido que nunca y lleno de ironía, nos hizo revivir en una conversación breve y agradable, momentos de su ilustre pasado.

¿Cuál fue su reacción cuando, en 1959, el hoy beato Juan XXIII anunció la convocatoria de un nuevo concilio?

- Monseñor Leonardo: La noticia de la convocatoria a un nuevo Concilio causó sensación porque el Concilio anterior --el Vaticano I--, se había celebrado 90 años antes (1869-70), por lo que ninguno de nosotros tenía experiencia alguna en este sentido.

En lo personal, ¿cómo vivió los años de las sesiones conciliares?

- Monseñor Leonardo: Yo tenía 47 años y era uno de los obispos más jóvenes. Acababa de terminar los estudios, pero eso no me exceptuaba de la reflexión continua y de la relación con los padres conciliares.Todas las tardes, con los otros obispos y los laicos comprometidos, se continuaba la discusión. Lo que se definía o se discutía en la mañana era sometido a una consideración posterior hasta la noche. Había discusión más allá del aula…


Hubo mucho diálogo…

- Monseñor Leonardo: Se pedía y se obtenía la palabra por escrito; llegado el propio turno, el obispo tenía a disposición de 3 a 5 minutos, para expresar fielmente lo que pensaba (en aquel tiempo no se perdían en palabras como hoy...). Se presentaba por escrito la propia intervención, y luego un comité especial revisaba lo que se había dicho y se comparaba con lo que se habría dicho después. En resumen, la discusión era una actividad continua. Cuando llegaba el día de la votación, si yo no tenía algo claro, ¡la noche anterior no podía conciliar el sueño! Además, en ninguna votación se llegaba a la unanimidad. El voto pasaba a la comisión, luego a los tres presidentes, y así sucesivamente.

¿Algún recuerdo en particular o curiosidad de esos tres años?

-Monseñor Leonardo: Se sabía que el Concilio no sería breve, así que nos preparamos para una larga estancia en Roma. Estábamos esparcidos por toda la ciudad: el conocimiento que ya teníamos nos ayudó para alojarnos. Por ejemplo, yo estaba en una institución de religiosas donde residían la mayoría de los sobrevivientes de la China; para mí fue útil conocer la realidad china de la voz de los que lo vivieron. De vez en cuando, sea a través de cartas o con nuestra presencia, volvíamos a nuestras diócesis. Cada semana comunicaba a la diócesis los hechos y las deliberaciones del Concilio.Y cada dos o tres semanas volvía a la diócesis, regresando a Roma con un conductor que, en tres años nunca aprendió el camino a mi alojamiento (risas)...

¿Cuál es la mayor enseñanza que recibió de su participación en el Concilio Vaticano II?

-Monseñor Leonardo: El Concilio nos ha enseñado a pensar y a no creernos "sabios", sino confrontarnos siempre. También he aprendido lo que significa el "diálogo": no es uno que habla y el otro que escucha, sino que todos escuchan y responden, expresando su asentimiento o disentimiento.

¿Cuánto cambió su vida pastoral por este acontecimiento? ¿Qué le puede enseñar a los más jóvenes?

-Monseñor Leonardo: Cambió mi actividad pastoral, mi actitud hacia el clero y los laicos, como la de todos los obispos y sacerdotes…, que han cambiado radicalmente. ¡Hoy en día, ustedes los laicos cuentan mucho más!

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