domingo, 4 de noviembre de 2012

INTENCIONES DEL PAPA: Noviembre de 2012

VATICANO, 03 Nov. 12 / 12:11 pm.-
Hoy se dieron a conocer las intenciones del Papa Benedicto XVI para noviembre: la fidelidad de los sacerdotes a Cristo y que la Iglesia peregrina resplandezca como luz de las naciones.


La Intención General del Apostolado de la Oración del Papa Benedicto XVI es: “Para que los obispos, sacerdotes y todos los ministros del evangelio den valiente testimonio de fidelidad al Señor crucificado y resucitado ”.

COMENTARIO PASTORAL: Todo obispo, todo sacerdote, todo diácono cuando recibe el sacramento de la ordenación por medio de la imposición de las manos y de la oración de consagración, queda constituido en un ministro capacitado para servir precisamente a Cristo y a su Iglesia en la cual Él está presente, crucificado y resucitado. En la Iglesia que somos todos nosotros, comunidad de los bautizados, recibimos los sacramentos que son precisamente eso, signos reales de Cristo quien vive en medio de nosotros y por la acción de su Espíritu nos acompaña. El sacramento de la ordenación sacerdotal es otro signo vivo de la presencia de Cristo porque, por ejemplo, sin el sacerdote no se pueden celebrar sacramentos como la eucaristía, la reconciliación, la unción a los enfermos, o también, sin el obispo no puede celebrarse la misma ordenación sacerdotal.


Pero hay algo más que debemos recordar: por el sacramento de la ordenación, el obispo, o el sacerdote, o el diácono se convierte en “otro Cristo” al servicio de sus hermanos, es decir que queda transformado para actuar, no como simple representante de Cristo y a nombre de Él, sino que tiene la grave responsabilidad para actuar “en la persona de Cristo” mismo, y hacer como dice San Pablo: Tengan los mismos sentimientos y actitudes de Cristo Jesús, quien, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte en cruz. (Filipenses 2: 5-8).

En los últimos años hemos visto cómo la Iglesia también ha vivido con dolor el problema de la pedofilia, no exclusivo de ella. Algunos sacerdotes suyos abusaron sexualmente de personas menores de edad, es decir de niños y niñas, jóvenes pre-adolescentes, o personas discapacitadas. Este problema es por una parte, un monstruoso crimen y un delito penal que implica dañar y alterar el normal desarrollo de un niño o de un adolescente, con consecuencias psicológicas y sociales para la persona a largo plazo. Y por otra parte, el problema de los sacerdotes pedófilos es un escándalo terrible para la Iglesia porque significa herirla en algo tan íntimo a ella, como es el servicio de sus sacerdotes; y además, pone en peligro la confianza que los fieles han de sentir por sus sacerdotes y por la Iglesia misma.
Se entiende que un ministro que comete un acto de este tipo, no puede ser ese “otro Cristo” que sirve a sus hermanos y en quien sus hermanos pueden confiar. El escándalo de la pederastia opaca y ensucia la imagen del ministerio sacerdotal. Por fortuna, si se compara con el número total de sacerdotes en el mundo, son pocos los sacerdotes que, por diversos motivos injustificables han cometido estos abusos contra personas que confiaron en ellos. La mayoría son fieles a su vocación y trabajan con valor y entusiasmo en diversos lugares: parroquias, colegios, hospitales, cárceles, lejanos sitios de misión, etc. En el año 2010, los sacerdotes de la Iglesia Católica en el mundo sumaban más de 410.000. En cambio, el número de sacerdotes que durante los años 2001 a 2010, la Iglesia investigó y realmente comprobó que cometieron abusos sexuales contra menores se acercó aproximadamente a 300 sacerdotes, y por delitos cometidos en un período de más o menos cincuenta años; es decir, el 0,3 % del total de los sacerdotes del mundo.

De todos modos, basta un solo caso para ofendernos a todos como Iglesia, además de la ofensa concreta a la dignidad de quien es víctima de un sacerdote abusador. Con toda razón, podemos como Iglesia orar para que no se repitiera ni un solo caso como estos, y oremos como nos lo pide el Santo Padre en este mes, para que los que han sido ordenados como obispos, sacerdotes, diáconos, sean verdaderos y auténticos servidores, dando siempre un valiente testimonio de su sacerdocio, en fidelidad a Cristo. Dediquémonos allí, en casa, en familia, en la comunidad parroquial por esta intención, para que la Iglesia tenga siempre del Señor los sacerdotes formados según el corazón de Cristo. Quizá nos ayude rezar como antes pedían las abuelas y los abuelos: «Señor, danos sacerdotes que sean santos, sabios y sencillos».

P. Luis Javier Sarralde, S.J.
Jesuita colombiano, especialista en Derecho Canónico

La intención de oración Misionera es: “Para que la Iglesia peregrina en la tierra resplandezca como luz de las naciones”.
  COMENTARIO PASTORAL: Por medio de esta intención misionera el Santo Padre invita a todos los cristianos a meditar sobre la vocación y sobre la misión de la Iglesia, y a considerar igualmente la parte que ellos tienen en la realización de estas. Por eso nosotros no estamos invitados sólo a rogar por la Iglesia – como si ella fuera una cosa que tenemos delante – pero más bien se nos impulsa a contribuir con toda nuestra vida para hacer que la Iglesia viva su vocación de dar testimonio de Dios que se hizo hombre por todos los hombres, por toda la humanidad, y para anunciar de esta manera la luz que en Jesucristo ha venido al mundo. Juntamente con la Iglesia somos invitados a unirnos al cántico de Zacarías y a confesar delante de todos los pueblos que Cristo ha venido a visitarnos de lo alto “como una Luz de lo alto a fin de iluminar a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte y guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (cf. Lc 1,79).

Dios quiere continuar su obra hoy, comenzada en Jesucristo por medio de la Iglesia para que lleve su luz a todas las naciones y les anuncie su salvación. Sabemos que en el cumplimiento de esta orden la Iglesia se encuentra todavía en camino, pero que también depende del compromiso y de la colaboración de todos los cristianos. Por eso, como Jesús en el camino hacia la cruz pidió a sus discípulos en Getsemaní que se unieran a su oración, así también la “Iglesia peregrina”, sintiendo su debilidad y reconociendo su necesidad, pide a sus fieles que recen por ella, para que pueda corresponder a su misión de dar testimonio del amor inmenso de Dios por los hombres y de ponerse, lo más posible al servicio de todos aquellos que todavía les falta la luz y, sin embargo, desean su redención.

Uniéndonos a la oración de la Iglesia procuramos sentir compasión particularmente hacia aquellos que hasta ahora no han tenido la experiencia del amor de Jesucristo; también hacemos nuestra la preocupación de la Iglesia por las personas “que viven en tinieblas”. Nuestra oración verdaderamente se hace profunda y verdadera sólo en la medida en que estemos dispuestos a ofrecerle a Dios nuestra vida por la iglesia y por todos aquellos que todavía sufren la falta de la luz. De esta manera esta oración se transforma al final en una oración por nosotros mismos y por nuestra conversión, siempre necesaria. Es decir, se transforma en la humilde petición dirigida a Dios pidiéndole que nos ayude a vivir mejor nuestra vocación del bautismo. Es por el bautismo que pertenecemos a la Iglesia que necesita nuestra oración, es por el bautismo que somos llamados a anunciar a todos los pueblos la luz de Jesucristo.

Padre Toni Witwer, sj
Postulador General de la Compañía de Jesús


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