domingo, 20 de enero de 2013

Del quirófano a la clausura...

Akiko Tamura tiene 37 años, madrileña de padre japonés y madre navarra, ha trabajado los últimos cinco como cirujana torácica en la Clínica de la Universidad de Navarra. El pasado sábado 11 de agosto ingresó como monja Carmelita Descalza en el convento de Zarautz (Guipúzcoa). La llamada definitiva a dejar su trabajo como médico la tuvo el pasado Jueves Santo de éste año 2012, como culminación de un largo proceso de crecimiento espiritual, que se inició en el 2003.

"Este Jueves Santo viniendo para casa sentí que el Señor me pedía que le siguiera y que pasara de ser médico de cuerpos a ser médico de almas", explica Akiko Tamura al padre Evaristo de Vicente en una entrevista en el programa "Valores en alza" de Intereconomía TV y de la cual ofrecemos el vídeo completo.

Akiko realizó sus primeras prácticas médicas en un laboratorio de la Universidad de Harvard. Fue voluntaria como auxiliar en la UVI de cirugía torácica del Hospital de Massachussets. Estudió medicina en Pamplona y quedó la número 860 de 7.000 en el MIR en la Universidad de Navarra. En los cinco últimos años Akiko ha vivido una experiencia profesional exitosa en la Clínica de la Universidad de Navarra realizando intervenciones con cirugía robótica:

"En la Clínica estaba encantada y feliz. Además dándome cuenta de que la cirugía era lo mío, era un guante que se me adaptaba a la mano, estaba contenta con mis pacientes, con mi profesión y con mi jefe que para mí ha sido como un padre. Cuando más contenta he estado a nivel profesional, personal y familiar, entonces ha sido el momento en que he sentido confirmada mi llamada. El Jueves Santo me inundó la paz, me irradió la paz y sentí un profundo amor de Dios. Ni oí voces, ni vi visiones".

La primera llamada a la vocación la tuvo Akiko Tamura el 3 de mayo del 2003 en un encuentro en Cuatro Vientos con Juan Pablo II: "Le escuché decir al Papa que 'la llamada que dice sígueme no la acalles'. Estaba haciendo de médico residente en cirugía torácica en Madrid. Y yo le dije al Señor en ese momento 'todo menos carmelita descalza'".

Hace cinco años Akiko estuvo en Bosnia, en Medjugorje y allí escuchando los mensajes de la Virgen que le hablaban del amor de Dios como Padre "se produce una conversión de mi corazón. De ser un cristiano militante o expectante, pasé a recibir la llamada del Evangelio que se me incrusta en el corazón. Interiorizar a Dios que salva y que me va a acompañar de forma personal durante mi vida supuso una transformación que me acercó de la mano de la Virgen a los sacramentos y al Señor".

Sus padres y sus hermanos están sorprendidos y "me preguntan por qué entro en el convento. Y yo el por qué no lo sé contestar. Algo querrá el Señor que todavía no entiendo, pero es seguro que me ha llamado, que he sentido la respuesta del sí en el corazón y Dios me está acompañando. Poco a poco con su intervención, veo que las piezas de éste puzzle van encajando. Toda mi vida, la familia, las virtudes, las voy a entregar a un Dios personal que tiene el nombre de Jesús y que me ha amado primero. Es una respuesta de amor: Señor si me quieres ahí, si Tú me llevas, con tu ayuda ahí estoy".


Akiko Tamura concluye la entrevista testimoniando lo que cree que debe hacer cada persona cuando reciba una llamada de Dios: "La vida vale la pena vivirla a la luz del Evangelio y cada uno debe seguir los pasos de Jesús allí adonde Él le llame. A las madres de familia en su sitio. A los profesionales de la medicina como excelentes médicos y a las que el Señor quiera que se dediquen a la vida religiosa que sigan adelante. No creo que ninguna vocación sea mejor que otra. Cada uno debe estar donde el Señor le quiera en cada momento".

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