lunes, 10 de junio de 2013

Papa Francisco: la verdadera conversión es obra del Espíritu


La verdadera libertad nace del abrir la puerta del corazón al Señor: lo subrayó el Papa Francisco en la Misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta. El Santo Padre afirmó que la salvación es vivir en la consolación del Espíritu Santo, no en la consolación del espíritu del mundo. En la Misa - concelebrada por el cardenal Stanislaw Rylko, por mons. Josef Clemens y por mons. George Valiamattam, arzobispo indio de Tellicherry - participó un grupo de sacerdotes y colaboradores del Pontificio Consejo para los Laicos.

¿Qué cosa es la consolación para un cristiano? El Obispo de Roma inició su homilía observando que San Pablo, al inicio de la segunda Carta a los Corintios, utiliza numerosas veces la palabra consolación. El Apóstol de los Gentiles, agregó, “habla a los cristianos jóvenes en la fe”, personas que “han comenzado hace poco el camino de Jesús”, e insistió sobre esto, también si “no todos eran perseguidos”. Eran personas normales, “pero habían encontrado a Jesús”. Esto precisamente, afirmó, “es un tal cambio de vida que era necesaria una fuerza especial de Dios” y esta fuerza es la consolación. La consolación, subrayó Francisco, “es la presencia de Dios en nuestro corazón”. Pero, advirtió, para que el Señor “esté en nuestro corazón, es necesario abrir la puerta”, es necesaria nuestra “conversión”:

“La salvación es esto: vivir en la consolación del Espíritu Santo, no vivir en la consolación del espíritu del mundo. No, aquella no es salvación, eso es pecado. La salvación es ir hacia adelante y abrir el corazón, para que venga ésta consolación del Espíritu Santo, que es la salvación. Pero ¿no se puede negociar tomando un poco de aquí y un poco de allá? Hacer un poco como una ensalada de frutas ¿no? Un poco de Espíritu Santo, un poco de espíritu del mundo... ¡No! O una cosa o la otra”.

El Señor, prosiguió, lo dice claramente: “No se pueden servir a dos dueños: o se sirve al Señor o se sirve al espíritu del mundo”. No se pueden “mezclar”. He aquí entonces que, cuando estamos abiertos al Espíritu del Señor, podemos entender la “nueva ley que el Señor nos trae”: las Bienaventuranzas, de las que narra el Evangelio de hoy. Estas Bienaventuranzas, agregó, “sólo se entienden si uno tiene el corazón abierto, se entienden por la consolación del Espíritu Santo”, en cambio “no se pueden entender sólo con la inteligencia humana”:

“Son los nuevos mandamientos. Pero si nosotros no tenemos el corazón abierto al Espíritu Santo, parecerán tonterías. ‘Pero, mira, ser pobres, ser humildes, ser misericordiosos no parece algo que te lleve al éxito’. Si no tenemos el corazón abierto y si no hemos saboreado aquella consolación del Espíritu Santo, que es la salvación, esto no se entiende. Ésta es la ley para aquellos que han sido salvados y que han abierto su corazón a la salvación. Ésta es la ley de los libres, con aquella libertad del Espíritu Santo”.

Una persona, agregó Francisco, “puede regular su vida, acomodarla en un elenco de mandamientos o procedimientos”, un elenco “meramente humano”. Pero esto “a la larga no nos lleva a la salvación”, sólo el corazón abierto nos lleva a la salvación. De esta forma recordó que muchos estaban interesados en “examinar” la “doctrina nueva y después discutir con Jesús”. Y eso ocurría porque “tenían el corazón cerrado en sus cosas”, “cosas que Dios quería cambiar”. ¿Por qué, se preguntó el Papa, hay personas que “tienen el corazón cerrado a la salvación?” Porque, fue su respuesta, “tenían miedo de la salvación. Tenemos necesidad, pero tenemos miedo”, porque cuando viene el Señor “para salvarnos debemos dar todo. ¡Y manda Él! Y de esto tenemos miedo”, por qué “queremos mandar nosotros”. Y agregó que, para entender “estos nuevos mandamientos”, tenemos necesidad de la libertad que “nace del Espíritu Santo, que nos salva, que nos consuela” y “da la vida”:

“Hoy podemos pedir al Señor la gracia de seguirlo, pero con esta libertad. Porque si queremos seguirlo sólo con nuestra libertad humana, al final sólo nos convertiremos en hipócritas como aquellos fariseos y saduceos, aquellos que discutían con Él. La hipocresía es esto: no dejar que el Espíritu cambie el corazón con su salvación. La libertad del Espíritu, que nos da el Espíritu, es también una forma de esclavitud, una ‘esclavitud’ al Señor que nos hace libres, es otra libertad. En cambio, nuestra libertad es sólo una esclavitud, pero no al Señor, sino al espíritu del mundo. Pidamos la gracia de abrir nuestro corazón a la consolación del Espíritu Santo, para que esta consolación, que es la salvación, nos haga entender bien estos mandamientos. ¡Así sea!"

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