martes, 27 de agosto de 2013

El Papa impulsa la beatificación de Mama Antula

Santiago del Estero (AICA): El papa Francisco promueve en persona la causa de beatificación de María Antonia de Paz y Figueroa -¨Mama Antula¨-, para la cual ya hizo ¨gestiones¨ en la congregación para las Causas de los Santos. Así lo confirmó en una carta enviada a Luisa Sánchez Sorondo, descendiente colateral de esta laica consagrada que vivió promoviendo en Santiago del Estero, Córdoba y Buenos Aires los retiros espirituales. ¨A él le interesa la causa por ser Mama Antula una laica consagrada, como un ejemplo de vida de mujer al servicio de la Iglesia, porque ella sirvió de una manera diferente”, explicó Luisa.


En 1760, en Santiago del Estero, María Antonia de Paz y Figueroa reunió a un grupo de chicas jóvenes que vivían en común, rezaban, ejercían la caridad y colaboraban con los padres jesuitas. En aquel entonces se las llamaba “beatas”; ahora se les dice laicas consagradas. Durante veinte años María Antonia estuvo al servicio de los padres jesuitas, asistiéndolos especialmente en las tareas auxiliares de los ejercicios espirituales.

En menos de un año organizó en Córdoba ocho tandas de 200 y 300 personas. Y siempre conseguía las limosnas suficientes como para mantener a toda esa gente e incluso en ocasiones había un excedente que sería para ayudar a pobres y presos.

Hacia 1788 escribió Ambrosio Funes una carta contando que en ocho años habrían hecho ejercicios espirituales unas 70.000 personas. Por eso proyectaba una casa dedicada especialmente a estas prácticas. Como respuesta obtuvo la donación de tres parcelas de terreno contiguas. Pero faltaba todo lo demás, de manera que inició nuevamente a solicitar ayuda y tuvo como apoderado en esta tarea a Cornelio Saavedra.

En Roma, las cartas de María Antonia a sus amigos los jesuitas, después de ser traducidas al latín, francés, inglés y alemán, eran enviadas a distintas naciones, en particular a Rusia, único país que no había acatado el destierro de los jesuitas. Ciertos conventos franceses se habían reformado al leer sus cartas. La importancia asignada a los ejercicios por el obispo de Buenos Aires, monseñor Sebastián Malvar y Pinto, lo llevó a disponer que “ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios”. Con lo cual se asignaba a María Antonia un papel significativo en la Iglesia porteña de ese entonces.+

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