domingo, 6 de octubre de 2013

Pandillas, agresión a un policía y cárcel: hoy es rapero católico y formador diocesano de jóvenes

Jaime Torres es el director asociado de la Oficina de Formación en la Fe de la diócesis de Little Rock, en Arkansas (Estados Unidos), y uno de los laicos de confianza del titular de la sede, Anthony Taylor, inconfundible porque es uno de los pocos obispos del mundo que lucen bigote.



Monseñor Taylor le ha confiado a Torres desde 2011 la Escuela de Evangelización San Andrés allí instalada, que tiene su propio método para "llevar Pedros a Jesús que sirvan, prediquen y amen al Señor Jesús más y mejor que nosotros mismos".



Con el traje y la corbata que lleva cada día a su despacho, Jaime Torres parece un tipo serio, y desde luego es alguien que se tomó en serio su vida y su responsabilidad ante Dios. Pero es también El Serio, su apodo como rapero, una actividad a la que consagra su tiempo libre pero que es también su seña de identidad evangelizadora. Y que apunta a la historia que hay detrás.

Líder pandillero
Nació en México en 1972 -tiene, pues, cuarenta y un años- y se trasladó a Los Ángeles (California) en 1986. Una edad muy peligrosa para los cambios, y más en el proceloso mundo de los barrios latinos de Estados Unidos. Se inició enseguida en una pandilla, pero su liderazgo natural le llevó a crear y encabezar la suya propia. A los quince años estaba metido de lleno en la violencia y las drogas.

"Yo era el líder y fundador de esa pandilla", explicó a Arkansas Catholic al asumir sus primeras responsabilidades diocesanas: "Usaba drogas y vendía drogas. Me metí en muchos problemas. No me gustaba la escuela. Sólo quería estar en fiestas. Muchos de mis amigos murieron. Soy afortunado de todavía estar aquí. Hubo ocasiones en que llegué a ser el blanco de disparos".

Tras ocho años de una vida de delincuencia durante la cual, venturosamente, se había librado de la muerte y de la cárcel, sus padres y él se trasladaron a Rogers (Arkansas) en 1995, con la idea de cambiar de vida. Pero no fue así: "Traje a mis amigos de California aquí y empezamos a vender drogas".

El presidio, un revulsivo
En 2000 agredió a un policía durante una fiesta y fue detenido. Pedían seis años de prisión, pero de nuevo tuvo suerte y se retiraron los cargos. No tardó ni una semana en repetir su acción, esta vez además mientras conducía borracho y sin carnet. Esta vez no se libró de acabar entre rejas.

La cárcel, sin embargo, fue buena medicina. Comprendió que así no podía seguir y aunque -confiesa- no sabía rezar, le hizo al Señor una promesa. Acudió a confesarse con el padre Miles Heinen, C.M., de la Congregación de la Misión (paúles), en la iglesia de San Vicente Paúl de Rogers, y éste le animó a involucrarse en los grupos de adultos de la parroquia.

Fuerza transformadora
Fue el principio del cambio radical. Además de casarse, en 2003 inició en la diócesis la organización Prevención y Rescate, que rescata a personas como él (pandilleros adictos a las drogas y al alcohol), y en 2006 creó Fuerza Transformadora, su propia asociación, y con el mismo objeto.

Y el rap que había practicado en su adolescencia adquirió un doble giro: de contenidos, pasando a ser un instrumento de evangelización, y de calidad, convirtiéndose en una opción casi profesionalizada.

Jaime Torres se convierte entonces en Serio (o El Serio), y bajo el lema Jesús en el barrio como estandarte -fue el título de su primer álbum- ha grabado varios discos y ofrecido conciertos en la mitad de los estados de Estados Unidos, así como en su México natal.

Con sus canciones lleva un mensaje de redención que no es solamente humana: si la evangelización fracasa, sostienen en la Escuela de San Andrés, no es "por el mensaje que anunciamos, sino por la forma en que lo transmitimos". Por eso, si es vía rap, tiene que ser rap bueno. Como este tema que resume su vida:
VIDEO: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=31470

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