sábado, 26 de julio de 2014

Dios no se va de vacaciones, ¿los cristianos sí?....

Un cristiano no se toma vacaciones y cuelga su fe de un perchero para rescatarla a la vuelta

SHUTTERSTOCK
Un humorista, refiriéndose a los luchadores de su tiempo que deseaban transformar la sociedad, escribió: "Lo malo de la revolución es que no te deja tardes libres". Quería significar que un revolucionario lo es siempre.

En el ecuador del verano, pienso que esta idea podríamos aplicarla también a los cristianos. Tampoco un cristiano, que en el panorama actual no deja de ser un revolucionario, se toma vacaciones y cuelga su fe de un perchero para rescatarla a la vuelta de su temporada de descanso.

De hecho hay dos ideas que me gustaría destacar: una es esta: que un cristiano lo es todo el tiempo; y la segunda es que esto no supone una pena, un castigo que uno se impone, o que nos impone Dios.

Lo que Dios, que es un padre amoroso, quiere es nuestra felicidad. Sus mandamientos no son un reglamento exigente que trata de impedir nuestra espontaneidad, sino el libro de instrucciones de la felicidad verdadera. ¿Es esto compatible con descansar? ¡Por supuesto! Descansar es una necesidad y una oportunidad para vivir la vida cristiana, aunque quizá en otros ambientes si las vacaciones van acompañadas de viajes.

Bien mirado, ¡qué mejor circunstancia que la de pasar días enteros con la familia para transmitir a los hijos los valores que mueven nuestra vida! Puede ser el momento de revitalizar la fe, haciéndola amable y compatible con la diversión.

Recordando la educación recibida de sus padres, Joseph Ratzinger exaltaba el modo consecuente con que les transmitieron a él y a sus hermanos sus creencias más hondas a través de gestos sencillos, como bendecir la mesa y asistir juntos a la misa dominical. Si unos padres que se consideran cristianos –decía- no rezan habitualmente ni practican su fe, en realidad tienen una vida cotidiana de paganos.

En vacaciones tenemos muchas ocasiones para cultivar nuestra vida cristiana. Las excursiones, por ejemplo, nos permiten recorrer el mundo que Dios creó y maravillarnos de la naturaleza, con su belleza y variedad enormes. Ante esto no podemos darlo por descontado y seguir el ritmo apresurado que llevamos el resto del año como si fuera el único modo de comportarnos, como aquellos turistas de un viaje en grupo que recorrían Europa en autocar sin apenas distinguir lo que veían, al punto que uno, mirando su plan de viaje comentó: «Si hoy es martes, esto es Bélgica».

Que no desaprovechemos las vacaciones como época de descanso y reflexión tranquila.
Por monseñor Jaume Pujol Bacells, arzobispo de Tarragona. Artículopublicado por SIC

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