lunes, 15 de junio de 2015

El cardenal Poli alienta a los consagrados a no bajar los brazos


El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, detalló que en la arquidiócesis conviven “más de 175 familias religiosas, entre órdenes e institutos, de las cuales algunas nos acompañan desde el tiempo de la Colonia, y otras, vinieron con la gran inmigración europea de la segunda mitad del siglo XIX. Luego se sumaron congregaciones y asociaciones de vida apostólica, varias de ellas fundadas en el país durante el siglo XX”. 


“En cada momento de la vida arquidiocesana, los monasterios, conventos o casas religiosas que crecían vigorosamente, resultaron un aporte invalorable para la evangelización, con una fuerza tal que su proyección misionera en la geografía argentina no tuvo límites y se extendió más allá de las fronteras”, destacó. 

En una carta a los consagrados “con quienes compartimos la vida, la fe y la misión en Buenos Aires”, el purpurado porteño valoró que “guiados por este camino de gracia, y atraídos por la verdad y la belleza del Evangelio de Jesús, ustedes, los consagrados, vencieron dudas y temores, y tomaron la decisión de seguir a Cristo más de cerca”. 

“En este año jubilar, con gratitud, es justo reconocer la iniciativa de Dios Padre que los llamó a cada uno por su nombre, los marcó para siempre con el sello del Espíritu y los sigue alimentando con el Cuerpo y la Sangre de Cristo en cada Eucaristía”, agregó. 

El primado argentino tuvo especiales palabras para los hermanos y hermanas consagrados más ancianos que “después de pasar muchos inviernos, cargados de ricas experiencias de la providencia divina, viven los serenos años de sus vidas, dedicados a la oración y al descanso merecido” y reconoció que “cuando me los encuentro en las comunidades, sus canas y las huellas que el tiempo dejó en sus rostros, con su andar pausado, y no pocas veces en sillas de ruedas o postrados, son para mí el signo evidente de que han gastado todas sus energías por la causa de Jesús y su Iglesia”. 

“Pasaron mil desafíos y dejaron, no escritas, pero sí vividas apasionadamente, otras tantas historias de amor y con muchos años de entrega en las obras por donde pasaron: nos edifica ver cómo quieren permanecer fieles a sus promesas e ideales juveniles hasta el final, y eso sin perder la alegría que da el servicio. Con la certeza de saber que cuento con ustedes, verdaderos testigos de la fe, vaya mi más sentido afecto cordial de hijo agradecido. Sepan que su sola presencia es un bálsamo cariñoso, que si faltase, faltaría algo esencial en las familias religiosas y en la vida arquidiocesana”, aseguró. 
El cardenal Poli también alentó a las generaciones de consagrados que “se han echado al hombro la responsabilidad de las demandas pastorales que cada instituto ha asumido según su carisma y tradición. Acaso por la sensible reducción de sus miembros y escasez de vocaciones, el trabajo recae sobre pocos y se siente el peso de las obras que nos desbordan por todos lados. No pocas veces sobreviene el desánimo y la angustia por la enorme desproporción entre ‘los obreros y la mies’”. 

A ellos, el purpurado les recordó que “no importa tanto que abarquemos todo, cuanto que pongamos mucho amor en las pocas cosas que podamos realizar” y les dijo que “si bien esa es una realidad que padecemos en todos los órdenes −la que por momentos parece agravarse−, sin embargo, nuestra esperanza nos anima a seguir pidiendo a Dios para que suscite en la Iglesia una nueva primavera de vocaciones. Si hay algo de lo cual no podemos dudar, es que Dios siempre nos escucha, y Él está muy atento a las necesidades de sus hijos. La oración es el lugar privilegiado de la esperanza y es ahí donde no hay que bajar los brazos”.+ 

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