miércoles, 30 de septiembre de 2015

Dios siempre quiere construir puentes y nosotros muros, dijo el Papa en la Catequesis sobre su viaje a Cuba y Estados Unidos

(RV).- El Papa Francisco trazó un balance de su viaje apostólico a Cuba y a EEUU ante miles de fieles y peregrinos procedentes de diversos países, y que se dieron cita el último miércoles de septiembre en la Plaza de San Pedro para asistir a la audiencia general.
El Papa Bergoglio explicó que este viaje apostólico nació de la voluntad de participar en el VIII Encuentro Mundial de las familias, que había sido programado desde hacía tiempo en Filadelfia.  Y dijo que ese núcleo originario se amplió a una visita a EEUU y a la sede central de las Naciones Unidas; y después también a Cuba, que se convirtió en la primera etapa de su itinerario.
Tras manifestar nuevamente su reconocimiento al Presidente Castro, al Presidente Obama y al Secretario General Ban Ki-moon la acogida que le reservaron, el Santo Padre agradeció de corazón a sus hermanos Obispos y a todos los colaboradores el gran trabajo realizado y su amor a la Iglesia que lo ha animado.
También explicó que se presentó a Cuba como “Misionero de la Misericordia”, y afirmó que la misericordia de Dios es más grande que cualquier herida, que todo conflicto, e ideología.
Después de explicar las etapas de su viaje a Cuba, con su visita al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, Francisco abordó las etapas de EEUU, cuyo pasaje ha sido emblemático, un puente que gracias a Dios – dijo – se está reconstruyendo. Porque Dios siempre quiere construir puentes, mientras somos nosotros ¡quienes construimos muros!
Y al concluir el balance de las etapas estadounidenses de Washington y Nueva York, hablando de Filadelfia, el Santo Padre afirmó que la familia es el sujeto protagonista de una ecología integral, porque es el sujeto social primario, que contiene en su interior los dos principios básicos de la civilización humana en la tierra: el principio de la comunión y el de la fecundidad.
Y antes de concluir dirigió un fraternal y caluroso agradecimiento a Mons. Chaput, Arzobispo de Filadelfia, por su empeño, piedad, entusiasmo y gran amor a la familia en la organización de este evento mundial. 
Texto completo de la Catequesis del Papa traducido del original italiano
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La audiencia de hoy es en dos lugares: aquí en la plaza y también en el Aula Pablo VI, donde hay tantos enfermos que siguen la audiencia por la pantalla. Como el tiempo es un poco feo hemos elegido que ellos estén cubiertos y más tranquilos allá. Unámonos unos con otros y saludémoslos.
En los días pasados he realizado el viaje apostólico a Cuba y a los Estados Unidos de América. Esto nació de la voluntad de participar en el Encuentro Mundial de las Familias, en programa desde hace tiempo en Filadelfia. Este “núcleo originario” se ha ampliado en una visita a los Estados Unidos de América y a la sede central de las Naciones Unidas, y después también a Cuba, que ha sido la primera etapa del itinerario. Expreso nuevamente mi reconocimiento al presidente Castro, al presidente Obama y al Secretario General Ban Ki-moon por la acogida. Agradezco de corazón a los hermanos Obispos y a todos los colaboradores por el gran trabajo realizado y por el amor a la Iglesia que lo ha animado.
“Misionero de la Misericordia”: así me he presentado en Cuba, una tierra rica de belleza natural, de cultura y de fe. La misericordia de Dios es más grande que cada herida, cada conflicto, cada ideología; y con esta mirada de misericordia he podido abrazar todo el pueblo cubano en patria y fuera, más allá de toda división. Símbolo de esta unidad profunda del alma cubana es la Virgen de la Caridad del Cobre, que hace cien años ha sido proclamada Patrona de Cuba. Fui como peregrino al Santuario de esta Madre de esperanza, Madre que guía en el camino de justicia, paz, libertad y reconciliación.
He podido compartir con el pueblo cubano la esperanza del cumplirse la profecía de san Juan Pablo II: que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba. No más cierres, no más explotación de la pobreza, sino libertad en la dignidad. Este es el camino que hace vibrar el corazón de tantos jóvenes cubanos: no una vía de evasión, de ganancias fáciles, sino de responsabilidad, de servicio al prójimo, de cuidado de la fragilidad. Un camino que trae fuerza de las raíces cristianas de aquel pueblo que ha sufrido tanto. Un camino en el cual he animado en modo particular a los sacerdotes y todos los consagrados, los estudiantes y las familias. El Espíritu Santo, con la intercesión de María Santísima, haga crecer las semillas que hemos sembrado.
De  Cuba a los Estados Unidos de América: ha sido un pasaje emblemático, un puente que gracias a Dios se está reconstruyendo. Dios siempre quiere construir puentes; ¡somos nosotros quienes construimos muros! Y los muros caen siempre.
En los Estados Unidos ha realizado tres etapas: Washington, Nueva York y Filadelfia.
En Washington he encontrado a las Autoridades políticas, la gente común, los Obispos, los sacerdotes y consagrados, los más pobres y marginados. He recordado que la más grande riqueza de aquel país y de su gente está en el patrimonio espiritual y ético. Y así, he querido animar a llevar hacia adelante la construcción social en la fidelidad a su principio fundamental, que todos los hombres son creados por Dios iguales y dotados de derechos inalienables, como la vida, la libertad y el perseguir la felicidad. Estos valores, compartidos por todos, encuentran en el Evangelio su pleno cumplimiento, como lo ha evidenciado la canonización del padre Junípero Serra, franciscano, gran evangelizador de la California. San Junípero muestra el camino de la alegría: ir y compartir con los otros el amor de Cristo. Este es el camino del cristiano, y también de cada hombre que ha conocido el amor: no tenerlo para sí mismo sino compartirlo con los otros. Sobre esta base religiosa y moral han nacido y crecido los hijos de los Estados Unidos de América, y sobre esta base pueden continuar a ser tierra de libertad y de acogida y cooperar a un mundo más justo y fraterno.
En Nueva York he podido visitar la Sede central de la ONU y saludar al personal que allí trabaja. He tenido coloquios con el Secretario General y los Presidentes de las últimas Asambleas Generales y del Consejo de Seguridad. Hablando a los representantes de las Naciones, en las huellas de mis predecesores, he renovado el ánimo de la Iglesia Católica a aquella Institución y a su rol en la promoción del desarrollo y de la paz, llamando en particular la necesidad del compromiso armonioso y activo para el cuidado de lo creado. He reafirmado también la llamada a detener y prevenir las violencias en contra de las minorías étnicas y religiosas y en contra de las poblaciones civiles. 
Por la paz y la fraternidad hemos rezado en el memorial de la zona cero, junto a los representantes de las religiones, los familiares de tantos fallecidos y el pueblo de Nueva York, rico en variedad cultural. Y por la paz y la justicia he celebrado la Eucaristía en el Madison Square Garden.
Sea en Washington que en Nueva York he podido encontrar algunas realidades caritativas y educativas, emblemáticas del enorme servicio que las comunidades católicas -sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos- ofrecen en estos campos.
Culmen del viaje ha sido el Encuentro de las Familias en Filadelfia, donde el horizonte se ha ampliado a todo el mundo, a través del “prisma”, por así decir, de la familia. La familia, es decir la alianza fecunda entre el hombre y la mujer, es la respuesta al gran desafío de nuestro mundo, que es un desafío doble: la fragmentación y la masificación, dos extremos que conviven y se sostienen mutuamente, y juntos sostienen el modelo económico consumista. La familia es la respuesta porque es la célula de una sociedad que equilibra la dimensión personal y aquella comunitaria, y al mismo tiempo puede ser el modelo de una gestión sostenible de los bienes y de los recursos del creado. La familia es el sujeto protagonista de una ecología integral porque es el sujeto social primario, que contiene al interno los dos principios base de la civilización humana sobre la tierra: el principio de comunión y el principio defecundidad. El humanismo bíblico nos presenta este ícono: la pareja humana, unida y fecunda, colocada por Dios en el jardín del mundo, para cultivarlo y cuidarlo.
Deseo dirigir un fraterno y caluroso agradecimiento a Mons. Chaput, Arzobispo de Filadelfia, por su empeño, su piedad, su entusiasmo y su gran amor a la familia en la organización de este evento. Mirando bien, no es una casualidad, sino es  providencial que el mensaje, más bien, el testimonio del Encuentro Mundial de las Familias se haya llevado a cabo en este momento desde los Estados Unidos de América, es decir del país que en el siglo pasado ha alcanzado el máximo desarrollo económico y tecnológico sin renegar sus raíces religiosas. Ahora estas mismas raíces piden: volver a partir de la familia para repensar y cambiar el modelo de desarrollo, para el bien de la entera familia humana. Gracias.

martes, 29 de septiembre de 2015

Volamos desde Moscú

Jaime lleva un año trabajando en el corazón de Rusia. Tras un curso acelerado de ruso para naturales de León, ya se maneja con soltura, incluso a 30º bajo cero. Allí colabora con la labor apostólica del Opus Dei, que lleva 8 años ayudando a la Iglesia en un país con un porcentaje mínimo de católicos, pero "muy abierto a la trascendencia".
EN PRIMERA PERSONA
Opus Dei - Volamos desde MoscúJaime trabaja a caballo entre la Fundación Sagrada Familia y la implantación de lo que puede ser una futura escuela de negocios.
Jaime Falcó vive en Moscú.
38 años. Natural de León. Hijo de militar, y habitual en el mundo de acá para allá. Valladolid. Santander. Roma. Y última parada, de momento: Moscú. Así, contado, parece como ir en metro.
Licenciado en Administración de Empresas, con experiencia en el mundo de la asesoría y de la enseñanza. Con mucho de español, algo de italiano, y bastante de ruso después de un año de curso intensivo.
Entre 15 º y 30º bajo cero.
La vida en Moscú viene con novedades, lógicamente. Allí, hay nieves permanentes entre noviembre y abril. La media es de 15º bajo cero, pero a veces se alcanzan los 30º. Bajo cero. Pero los termómetros no condicionan su vida. "Uno se hace a todo. Pensaba que me iba a costar más aclimatarme".
En Moscú hay 500 teatros. Uno detrás del otro. Muchas de las actividades que organiza la residencia en la que vive Jaime tienen todo que ver con la cultura.En Moscú hay 500 teatros. Uno detrás del otro. Muchas de las actividades que organiza la residencia en la que vive Jaime tienen todo que ver con la cultura.

La Obra en Moscú, y los milagros existen
La labor apostólica de la Obra en Rusia comenzó hace 8 años. "Me hace ilusión ser uno de los primeros del Opus Dei trabajando en un país en el que, tras la caída del Muro de Berlín, era impensable que una institución católica emprendiera su tarea apostólica. Pero existen los milagros. Y allí estamos".
Rusia. Moscú, concretamente. Jaime vive allí, en ese marco, en una residencia de estudiantes. 15 de 6 nacionalidades diferentes.
Desde Moscú "viajamos con frecuencia a San Petersburgo, donde hay un buen grupo de personas que asisten a medios de formación espiritual". Más dos sacerdotes de laSociedad Sacerdotal de la Santa Cruz en Pushkin con una extensa labor parroquial de años. Y Kiev (Ucrania). Una vez al mes.
Moscú, sin Wikipedia
Jaime controla el terreno. "Moscú tiene cerca de 15 millones de habitantes. Es una ciudad curiosamente multicultural. No me lo esperaba. Me ha sorprendido. Mucha gente por la calle. Mucha gente en los transportes públicos. Mucha gente. El ciudadano medio es cortés y educado. Más bien serio, y con ese toque nostálgico que conocemos gracias a las novelas rusas". De trato fácil. De amistad más que posible.
Desde Moscú viajan para impartir medios de formación cristiana a San Petersburgo y a Kiev.Desde Moscú viajan para impartir medios de formación cristiana a San Petersburgo y a Kiev.

Los rusos vuelven a Dios
La estadística es la siguiente: "el porcentaje de católicos en Moscú es mínimo". Y entonces, llega la contextualización: "Antes del comunismo, Rusia era un país de mayoría ortodoxa. Ahora la gente está volviendo a Dios, y lo normal es que acudan a sus anteriores prácticas. Hay una gran sed de Dios, y acuden también a la Iglesia católica con mucha normalidad".
"La mayoría de mis amigos y de la gente que acude al Centro de la Obra es teóricamente ortodoxa. En la práctica se hacen menos distinciones".
"Tengo un amigo ortodoxo que, a raíz de nuestra amistad y de conocer el espíritu del Opus Dei, ha sido recibido en la Iglesia católica. En una misma ceremonia hizo la Profesión de Fe, se casó, y bautizó a sus dos hijas. ¡Sólo llevo hablando algo de ruso unos meses! Con otros amigos me entiendo en inglés. Pero mi idea es hacerme ruso al cien por cien".
Poco a poco. Con naturalidad. Uno a uno.
En la Universidad. En el trabajo. En la vida misma. Ahí, en el Moscú ordinario, es donde la gente de allí conoce a las personas del Opus Dei, y al Opus Dei. Una actividad que ha servido para ayudar a muchas personas ha sido la puesta en marcha de cursos de orientación familiar, un servicio muy valorado por los matrimonios jóvenes, que aprenden a superar las lógicas dificultades de la vida misma bajo el mismo techo. Es una herramienta de paz. Para algunos que se tiraban los trastos a la cabeza, estos cursos son un arma. Pero para salvar su matrimonio. Historias, las que se quieran.
"La mayoría de mis amigos y de la gente que acude al Centro de la Obra es teóricamente ortodoxa. En la práctica se hacen menos distinciones"."La mayoría de mis amigos y de la gente que acude al Centro de la Obra es teóricamente ortodoxa. En la práctica se hacen menos distinciones".

La familia, mejor. Gracias.
"Como consecuencia de los años de comunismo, hay mucha gente que se encuentra sin familia. Algunos apenas conocieron a sus padres, porque el estado se encargaba de su formación integral en escuelas especiales. Tampoco el ateísmo impuesto facilitaba una espiritualidad que sustentase los matrimonios". Hoy el panorama está cambiando. Desde instancias gubernamentales se da marcha atrás, con cierta prisa. "Es obvio que la estabilidad familiar repercute en la estabilidad social y el país lo necesita".
"Son llamativos los esfuerzos por mantener una elevada moralidad pública. El estilo de vida occidental, que muchas veces carece de valores, no es modelo para el pueblo ruso. Aquí hay cosas que sorprenden".
Cultura
En Moscú hay 500 teatros. Uno detrás del otro. Muchas de las actividades que organiza la residencia en la que vive Jaime tienen todo que ver con la cultura y su riqueza. Y también, la cultura de la solidaridad: "semanalmente vamos a las estaciones de tren para llevar café caliente y galletas para las personas pobres que deambulan por allí".
Desde hace décadas, muchos rusos han recibido y leído libros de san Josemaría. Es normal que en algunas ciudades encuentren en las iglesias católicas boletines informativos sobre el fundador del Opus Dei.Desde hace décadas, muchos rusos han recibido y leído libros de san Josemaría. Es normal que en algunas ciudades encuentren en las iglesias católicas boletines informativos sobre el fundador del Opus Dei.

San Josemaría en Rusia
"Desde hace décadas, muchos rusos han recibido y leído libros de san Josemaría. Es normal que en algunas ciudades encuentren en las iglesias católicas boletines informativos sobre el fundador del Opus Dei, o estampas para su devoción. Todos los26 de junio, día en el que la Iglesia Católica celebra su festividad, se celebra una Misa en las catedrales de Moscú, San Petesburgo y Puskin. Desde este año, también en Kiev".
Una postdata
Jaime trabaja a caballo entre la Fundación Sagrada Familia y la implantación de lo que puede ser una futura escuela de negocios. Y combina ese afán profesional con un reclamo así de contundente: "Son muchos millones de personas las que necesitan que se les hable de Dios. El ruso medio está abierto a la trascendencia".
Uno a uno. Poco a poco. Con naturalidad. Y en Rusia, también.

Libro electrónico: El Papa Francisco en Cuba y Estados Unidos

Libro electrónico gratuito, audios, vídeos y textos de las intervenciones del Papa Francisco en su viaje apostólico a Cuba, Estados Unidos, y la visita a la sede de la ONU, con motivo de su participación en el VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.
DEL PAPA
Opus Dei - Libro electrónico: El Papa Francisco en Cuba y Estados UnidosLibro electrónico gratuito: El Papa Francisco en Cuba y Estados Unidos (PDF, Mobi y ePub)
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Cuba
Ángelus (domingo, 20 de septiembre)
Oración a la Virgen de la Caridad del Cobre (lunes, 21 de septiembre)
Encuentro con las familias (martes, 22 de septiembre)
Estados Unidos
Ceremonia de bienvenida (miércoles, 23 de septiembre)
Santa Misa y canonzación del beato Junípero Serra (miércoles, 23 de septiembre)
Saludo al personal de las Naciones Unidas (viernes, 25 de septiembre)
Fiesta de las familias y víspera de oración (sábado, 26 de septiembre)
Encuentro con víctimas de abusos sexuales (domingo, 27 de septiembre)

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    lunes, 28 de septiembre de 2015

    Papa Francisco a la familia que viajó por tierra a EEUU: “Ustedes son los locos de la combi”

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    Los Walker recorrieron 18 mil kilómetros en seis meses desde Buenos Aires hasta Filadelfia. Ayer se entrevistaron con el Papa.


    fredo "Catire" Walker, quien junto a su familia recorrió 18.000 kilómetros desde San Isidro hasta los Estados Unidos y fue recibido por el papa Francisco, reveló hoy que el Sumo Pontífice, cuando los vio, les dijo: "Ustedes son los locos de la combi".
    Además, aseguró que el Santo Padre les pidió que rezaran por él porque desde su posición "se puede hacer mucho bien o mucho mal". 

    "Cuando llegamos, nos dijo: 'Ustedes son los locos de la combi'. Y que nos venía siguiendo hacía un tiempo, así que tenía más o menos claro cuán locos estamos", resaltó Walker, de 41 años, en diálogo con radio Continental.
    El hombre, junto a su mujer y cuatro hijos, recorrió 18 mil kilómetros en una combi Volkswagen, modelo 1980, durante seis meses, en procura de ver al Papa, con quien mantuvieron ayer un encuentro privado.
    "Nos llamaron ayer desde el Vaticano y nos dijeron que querían contactarnos porque querían conocernos. Le habíamos mandado una carta (a Francisco) pero uno nunca sabe si realmente le llega o no, y habíamos también mandado una carta a un que otro obispo", relató.
    Walker, quien renunció a su puesto de director de operaciones de catering industrial para emprender el viaje, precisó que estuvieron reunidos "cinco minutos" con el Sumo Pontífice. "Nos habían dicho que iba a pasar muy rápido, que nos iba a saludar e iba a seguir, pero nos quedamos conversando y fue como estar con un abuelo, fue muy cálida la charla y como si nos conociésemos de toda la vida. Los chicos le dieron un abrazo y nosotros también", contó.
    El hombre definió al Papa como "una persona de carne y hueso, que tiene muy en claro el lugar que le tocó estar". "Por eso, en medio de la charla, que era muy amena y contenta, cuando le dijimos que rezábamos por él, se puso serio y nos dijo: 'Les pido que sigan rezando mucho, porque lo necesito porque, desde acá, se puede hacer mucho bien o mucho mal'", reveló. Y amplió: "El está muy concentrado en que se lo mira de todos lados y que el mundo está pendiente en qué dice o hace. Creo que el ejemplo que está dando es de una persona humana y que debemos ser un poco más humanos todos".
    La familia Walker está compuesta por Alfredo, su mujer Noël Zemborain (39) y sus cuatro hijos, Carmín (3), Mía (5), Dimas (8) y Cala (12), quienes en seis meses atravesaron 13 países del continente americano en la furgoneta "Francisca".
    El matrimonio, oriunda de San Isidro y San Fernando, renunció a sus respectivos trabajos -ella trabajaba en comunicación y marketing-, juntó sus ahorros, vendió su antiguo auto y compró la combi, en la que emprendió el viaje para el Encuentro Mundial de Familias celebrado en Filadelfia.
    Ahora, la familia planea visitar Nueva York, Boston y Miami, desde donde volarán a Buenos Aires, mientras que la combi se quedará un tiempo más en Estados Unidos esperando a que un tío de los chicos la traiga de regreso a la Argentina.

    ¡El Papa Francisco ya está en Roma!

    domingo, 27 de septiembre de 2015

    Vuelo papal: El Papa tiende una mano a China y adelanta temas del sínodo

    (RV).- Durante el vuelo que llevaba al Papa junto a su séquito y a los periodistas acreditados por la Oficina de Prensa del Vaticano desde Filadelfia hasta Roma, el Santo Padre respondió a diversas preguntas realizadas durante la rueda de prensa que normalmente se lleva a cabo al terminar un viaje apostólico internacional. Su experiencia en EE.UU., el perdón y los abusos a menores por parte de miembros del clero, los procesos de nulidad matrimonial y diferentes conflictos internacionales actuales, fueron algunos de los temas que trató el Obispo de Roma.
    Respondiendo a la pregunta sobre el perdón a “los sacerdotes que han cometido abusos sexuales a menores y no hay pedido perdón a las víctimas”, el Papa contestó que si una persona ha hecho mal, es consciente de lo que ha hecho y no pide perdón, él mismo le pedirá a Dios para que lo tenga en cuenta. “Yo lo perdono, pero él no recibe el perdón, está cerrado al perdón. Una cosa es dar el perdón, todos estamos obligados a perdonar porque todos fuimos perdonados, pero otra cosa es recibir el perdón. Y si ese sacerdote está cerrado al perdón no lo recibe porque él cerró la puerta con la llave desde adentro y lo que queda es rezar para que el Señor le abra esa puerta. Se necesita estar dispuesto, pero no todos lo pueden recibir, lo saben recibir o no están dispuestos a recibirlo. Es duro lo que estoy diciendo. Y así se explica que haya gente que termine su vida dura, mal, sin recibir la caricia de Dios”.
    Continuando con el mismo tema y respondiendo a la segunda parte de la pregunta sobre si entendía a las víctimas y sus familias que no han conseguido perdonar o no quieren perdonar, el Papa dijo que los comprendía, que reza por ellos y que no los juzga. “Rezo y le pido a Dios porque Dios es un campeón en buscar caminos de solución. Pido que lo arregle”.
    Sobre la actual crisis migratoria que vive Europa y sobre el hecho de que en diferentes países se estén construyendo nuevas barreras para no dejar pasar a los que huyen del horror de su país,  el Santo Padre reconoció la grave situación que se está viviendo y aseguró que los muros no son una solución, todos los muros caen. “En este momento Europa está en dificultades es verdad. Debemos ser inteligentes porque viene toda aquella ola migratoria y no es fácil encontrar soluciones. Pero con el diálogo entre países deben encontrarlas. Los muros nunca son la solución. En cambio, los puentes sí. Siempre”.
    Hablando del Motu Proprio del Papa Francisco sobre los procesos de tramitación de las nulidades matrimoniales aseguró que “hacía falta reducir los procesos”. “Este documento, este Motu Proprio, facilita los procesos en los tiempos, pero no es un divorcio, porque el matrimonio es indisoluble cuando es sacramento, y esto la Iglesia no lo puede cambiar, es doctrina, es un sacramento indisoluble”.
    Finalmente el Papa fue preguntado por el éxito de este último viaje, sobre su pontificado y sobre el hecho de que haya persona que le califican como “una estrella”, a lo que el Papa contestó que los Papas deben ser “siervos de los siervos de Dios”, y que muchas veces las estrellas después de verlas se apagan y se caen, “en cambio el siervo de los siervos de Dios es bueno y eso no pasa”. Por otro lado, el Santo Padre habló de lo que más le había impactado del viaje, “se veía a la gente rezar, esto me impresionó y me gustó mucho, mucho” dijo. Las miradas, el calor de la gente, la expresividad y el hecho de que la Iglesia sea próxima al pueblo ha sido de lo que más le ha gustado.
    AUDIO: http://es.radiovaticana.va/news/2015/09/28/el_papa_en_el_avi%C3%B3n_los_muros_no_son_la_soluci%C3%B3n_a_la_emer/1175430

    El Liderazgo De Francisco





    Libro El Liderazgo De Francisco


    RESEÑA DE "EL LIDERAZGO DE FRANCISCO" 


    El liderazgo encontró su punto de inflexión. Las palabras comunican mucho menos que las imágenes y los discursos mucho menos que las acciones. Entonces, ¿cuáles son las cualidades de un nuevo líder? ¿Quién puede influir, estimular, generar equipos creativos y comprometidos, predicar con el ejemplo?  Hoy el mundo mira con asombro y entusiasmo el surgimiento de un nuevo líder global.
    Así lo define Bernardo Bárcena en este libro:
    “Un líder que dice lo que piensa y que hace lo que dice, que comunica con obras, que tiene sentido del humor, que pregunta y escucha, que sirve en lugar de pretender ser servido, que puede identificar sus emociones y las de los demás, que siempre está buscando sumar, crear, crecer y avanzar siendo fiel a sus valores.”
    Desde esta mirada absolutamente innovadora y original, el autor revela las ocho cualidades que convierten alpapa Francisco en un gran líder. Y se anima a más: muestra cómo su estilo de conducción puede implementarse en nuestro trabajo diario como líderes de equipo.
    De lenguaje claro y ritmo ágil, este libro enseña, explica y propone. Desarrolla conceptos sobre managementde un modo ameno, y nos plantea múltiples ejercicios, todos ellos absolutamente aplicables a nuestras organizaciones.
    MAS: http://radiomaria.org.ar/escuchar-en-vivo/

    Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del VIII Encuentro Mundial de Familias

    "El evangelio de la familia es una buena noticia", el Papa a los obispos en Filadelfia

    (RV).- En el marco del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia, el Papa Francisco tuvo un encuentro con los Obispos huéspedes del Encuentro mundial de las familias en el Seminario San Carlos Borromeo de Filadelfia. Alegrándose de tener la oportunidad de compartir con ellos un momento de reflexión pastoral en su último día de permanencia en los Estados Unidos. Iniciando sus palabras el Papa contó haberse encontrado por la mañana con un grupo de víctimas de abuso sexual por parte de miembros del clero. El Obispo de Roma escuchó sus testimonios, les dirigió algunas palabras de aliento y rezó con ellos. Contó haberles manifestado su participación en sus sufrimientos, en su dolor y sentir vergüenza en particular en el caso de las heridas que les han producido algunos miembros del clero. El Papa les renovó su compromiso personal y el de la Iglesia para que todas las víctimas sean escuchadas y tratadas con justicia, y para que los culpables sean castigados y los crímenes de abusos sean combatidos con una eficaz obra de prevención en la Iglesia y en la sociedad. 
    En su mensaje a los obispo el Papa habló a partir de dos imágenes propias de nuestras sociedades: por un lado hizo presente los pequeños negocios de los barrios en los cuales “había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores”, y por el otro, a los grandes supermercados o shopping en los que  “no hay un vínculo personal, una relación de vecindad”. Se trata de un consumo que no genera vínculos – dijo el Papa señalando el caso de las grandes superficies con gran número de opciones - porque “lo importante hoy lo determina el consumo”, que a su vez, “genera una cultura que descarta todo aquello que no sirve o no satisface los gustos del consumidor”.
    De ahí la pregunta del pontífice: “¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos escuchar de sus pastores frases como: «Todo pasado fue mejor», «El mundo es un desastre y, si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar»?” “No creo que este sea el camino”, prosiguió el Sucesor de Pedro: “nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo”. “Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia”. De lo contrario, puso en guardia el Papa, “la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica de Dios”.
    “Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, también una mujer samaritana con cinco «no maridos» será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, un publicano maduro se apresurará a bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca”. “Que Dios nos conceda  - rezó el Santo Padre Francisco - el don de esta nueva proximidad entre la familia y la Iglesia”.
    Palabras del Papa:
    Hermanos Obispos buenos días
    Llevo grabado en mi corazón, las historias, el sufrimiento y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes. Continúa abrumándome la vergüenza de que personas que tenían a su cargo el tierno cuidado de esos pequeños les violaran y les causaran graves daños. Lo lamento profundamente. Dios llora.
    Los crímenes y pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en secreto por más tiempo, me comprometo a la celosa vigilancia de la Iglesia para proteger a los menores y prometo que todos los responsables rendirán cuenta.
    Ustedes, ellos, los supervivientes de abuso se han convertido en verdaderos heraldos de esperanza y ministros de misericordia, humildemente le debemos a cada uno de ellos y a sus familias nuestra gratitud por su inmenso valor para hacer brillar la luz de Cristo sobre el mal abuso sexual de menores y esto lo digo porque acabo de reunirme con un grupo de personas abusadas de niños que son ayudadas y acompañadas aquí en Filadelfia con un especial cariño por el arzobispo, monseñor Chaput y nos pareció que tenía que comunicarle esto a ustedes.
    Estoy contento de tener la oportunidad de compartir con ustedes este momento de reflexión pastoral en el contexto gozoso y festivo del Encuentro Mundial de las Familias. Hablo en castellano porque me dijeron que todos saben castellano.
    En efecto, la familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas más duras, mantiene las promesas y conserva la fe.
    Pienso que el primer impulso pastoral de este difícil período de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación con esa creación de Dios, que Dios bendijo el último día con una familia. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano (cf. Lumen gentium, 1).
    Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que incide en la cultural social –y lamentablemente - también jurídica– de los vínculos familiares, y que nos involucra a todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un «ser inmune» a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus múltiples problemáticas y posibilidades, es donde se debe vivir, creer y anunciar.
    Hasta hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así. Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shoppings.
     Algún tiempo atrás uno podía encontrar en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar –es cierto que pobremente expuesto, con pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección–. Pero había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores. Se vendía fiado, es decir, había confianza, había conocimiento, había vecindad. Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar. En muchos lugares se lo conocía como «el almacén del barrio».
     En estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás. No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a nadie. A no fiar ni fiarse. Porque lo más importante de hoy parece que es ir detrás de la última tendencia o de la última actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo importante hoy parece que lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero «trámite» en la satisfacción de «mis necesidades». Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos.
     Y esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya «no sirve» o «no satisface» los gustos del consumidor. Hemos hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima, ligada solamente a los gustos de algunos «consumidores» y, por otra parte, son muchos –¡tantos!– los otros, los que «comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» (Mt 15,27).

    Esto genera una herida grande, una herida cultural muy grande. Me atrevo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas. Corriendo detrás de un like, corriendo detrás de aumentar el número de followers en cualquiera de las redes sociales, así van –así vamos– los seres humanos en la propuesta que ofrece esta sociedad contemporánea. Una soledad con miedo al compromiso y en una búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido.
     ¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir este mundo? ¿Ellos deben escuchar de sus pastores frases como: «Todo pasado fue mejor», «El mundo es un desastre y, si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar»? Esto me suena a un tango argentino. No, no creo, no creo que este sea el camino. Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta conversión pastoral. «Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie» (Evangelii gaudium, 23). El Evangelio no es un producto para consumir, no entra en esta cultura del consumismo.
    Nos equivocaríamos si pensáramos que esta «cultura» del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo. ¿Acaso todos los jóvenes de nuestra época se han vuelto irremediablemente tímidos, débiles, inconsistentes? No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes, en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de miedo inconsciente, y no, tienen miedo, un miedo inconsciente, y no siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume sin sabor. Porque la sabiduría del verdadero sabor de la vida llega con el tiempo, fruto de una generosa inversión de pasión, de inteligencia y de entusiasmo.
     En el congreso hace unos días decía que estamos viviendo una cultura que impulsa y convence a los jóvenes a no fundar una familia, unos por la falta de medios materiales para hacerlo y otros por tener tantos medios que están muy cómodos así, pero esa es la tentación, no fundar una familia.
     Como pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios. Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia. En Buenos Aires cuantas mujeres se lamentaban: tengo mi hijo de 30, 32, 34 años y no se casa, no sé qué hacer, señora no le planche más las camisas. Hay que entusiasmar a los jóvenes que corran ese riesgo, pero es un riesgo de fecundidad y de vida.
     También aquí se necesita una santa parresía de los obispos. ¿Por qué no te casas? Si tengo novia, pero no sabemos, que si, que no, juntamos plata para la fiesta, que para esto, la santa parresía de acompañarlos y hacerlos madurar hacia el compromiso del matrimonio.  
     Un cristianismo que «se hace» poco en la realidad y «se explica» infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado; diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor ha de mostrar que el «Evangelio de la familia» es verdaderamente «buena noticia» para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el mundo y la historia. Son las familias las que transforman el mundo y la historia.
     El pastor anuncia serena y apasionadamente la palabra de Dios, anima a los creyentes a aspirar a lo más alto. Hará que sus hermanos y hermanas sean capaces de escuchar y practicar las promesas de Dios, que amplían también la experiencia de la maternidad y de la paternidad en el horizonte de una nueva «familiaridad» con Dios (cf. Mc 3,31-35).
     El pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este «velar» no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz de velar quien sabe estar «en medio de», quien no le tiene miedo a las preguntas, quien no le tiene miedo al contacto, al acompañamiento. El pastor vela en primer lugar con la oración, sosteniendo la fe de su pueblo, transmitiendo confianza en el Señor, en su presencia. El pastor siempre está en vela ayudando a levantar la mirada cuando aparece el desgano, la frustración y las caídas. Sería bueno preguntarnos si en nuestro ministerio pastoral sabemos «perder» el tiempo con las familias. ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades y sus alegrías?
     Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de vida del Obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa familiaridad con Dios, y en segundo lugar difundir la emocionante fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio (cf. Hch 6,4) y siempre me llamó la atención y me golpeó cuando al principio, en el primer tiempo de la Iglesia los helenistas se fueron a quejar porque las viudas y los huérfanos no eran bien atendidos, claro, los apóstoles no daban abasto, no, entonces descuidaban, se reunieron, se inventaron los diáconos. El Espíritu Santo les inspiró constituir diáconos y cuando Pedro anuncia la decisión explica: vamos a elegir a siete hombres así y así para que se ocupen de este asunto. Y a nosotros nos tocan dos cosas la oración y la predicación. ¿Cuál es el primer trabajo del Obispo? Orar, rezar, el segundo trabajo que va junto con ese, predicar. Nos ayuda esta definición dogmática, si me equivoco el cardenal Müller nos ayuda porque define cuál es el rol del Obispo. El Obispo es constituido para pastorear, es pastor, pero pastorear primero con la oración y con el anuncio, después viene todo lo demás, si queda tiempo.
     Nosotros mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada vez más a los padres y a las madres –como hace Pablo (cf. 1 Ts 2,7-11)–, procurando no acabar como personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia, alejarnos de la familia nos va llevando a ser personas que aprendimos a vivir sin familia, feo muy feo. Nuestro ideal, en efecto, no es la carencia de afectos, no. El buen pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos, abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su dignidad. Esta entrega total al ágape de Dios no es una vocación ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para entenderlo (cf. Mt 19,12). La misión del buen pastor al estilo de Dios –solo Dios lo puede autorizar, no la propia presunción– imita en todo y para todo el estilo afectivo del Hijo con el Padre, reflejado en la ternura de su entrega: en a favor, y por amor, de los hombres y mujeres de la familia humana.
     En la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia. Ósea, lo subrayo, desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia, de lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica de Dios e irá al supermercado de moda a comprar el producto que en ese momento más le guste.
     Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, pues realmente tenemos que sembrar tantas veces en surcos desviados, también una mujer samaritana con cinco «no maridos» será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, habrá un publicano maduro se apurará para bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca.
     Hermanos, que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia. La necesita la familia, la necesita la Iglesia, la necesitamos los pastores.
     La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la familia es la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido que sirvamos. Muchas gracias.