lunes, 30 de noviembre de 2015

Papa Francisco visita casa de caridad Nukolongo

“Es el tiempo de navegar en otra dirección, hacia la paz y la reconciliación”, el Papa en Bangui

(RV).- “Azo kue a ba Papa a ga laso na Bangui”, con este canto recibieron al Papa Francisco en el Estadio “Bartolomé  Boganda” de Bangui, que en lengua Sango quiere decir: “Todos han visto que el Papa ha llegado a Bangui”. Con estas palabras, algunas danzas, banderas de colores, pañuelos al viento y cantos de alegría completaban el escenario de fiesta junto a los coloridos vestidos típicos de un pueblo que vive el gozo de tener al Vicario de Cristo en medio de ellos y todo esto bajo el amparo de “Nuestra Señora de África”, en una imagen de madera de la Virgen María ubicado en el estrado principal.
Una mañana soleada acompañaba a los casi 30 mil participantes en la Santa Misa en el “Bartolomé Boganda” de Bangui, Complejo deportivo que lleva el nombre del primer sacerdote católico indígena de la República Centroafricana. En algunos carteles y banderolas se lograba leer: “Con el Papa hacia la paz y la reconciliación” y sobre todo se oía la alegría del canto de la gente por la presencia del Santo Padre, que contra todo pronóstico y previsión, que contra todo desaliento llegó a la capital de Centroáfrica con su mensaje de “paz, perdón y reconciliación”.
Las danzas de un pueblo que a pesar de las tragedias humanas, la pobreza y la violencia no ha perdido el gozo de vivir y celebrar su fe, estas danzas dieron inició a la celebración de la Eucaristía presidida por el Papa Francisco, quien con un pastoral en la mano, hecho de madera de Ébano, hizo su ingreso procesional en medio del Estadio. El pueblo Centroafricano ofreció una celebración típicamente africana, en sus cantos, representaciones y danzas; sobre todo en el momento de la proclamación del Evangelio, cuando la Palabra de Dios hizo su ingreso en una “canoa” con los colores Vaticanos, recordando el primer Anuncio de la Buena Noticia en el corazón de África y representando la bondad de una tierra divida por el río Ubangui, una tierra dividida por las diferencias políticas, sociales y religiosas.
En su homilía, el Obispo de Roma invitó a “pasar a la otra orilla”, a la orilla de la paz y de la reconciliación. Pero “esto no será posible, dijo el Papa, si permanecen en las aguas turbulentas del río, aguas poco navegables, en las aguas de la violencia y la venganza”; por ello es necesario pasar a la otra orilla, “mirar al futuro y superar decididamente esta situación, realizando actos concretos para vivir una nueva etapa para su país”.
Durante el ofertorio fueron presentados junto al pan y el vino, dones de parte de todas las diócesis de Centroáfrica, dones que hablan de la riqueza natural de este país, dones para agradecer la presencia del “mensajero de la paz, del apóstol de la misericordia”. Con la esperanza y la alegría que éste mensaje de perdón y reconciliación no termine aquí, sino se difunda en los corazones de todos los hombres de buena voluntad para buscar el cambio hacia el progreso y la paz.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Vigilia penitencial en Bangui con el Papa, después de la apertura de la Puerta Santa del Jubileo de la misericordia

(Radio Vaticana).- Terminada la eucaristía que el Papa presidió en la catedral de Bangui, se realizó una vigilia de oración como puesta en práctica inmediata de las palabras de Francisco en la apertura del Jubileo en República Centroafricana: “Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre”. Consecuentemente con esta realidad se rezó pidiendo la misericordia de Dios.
En esta ocasión Francisco confesó a varios jóvenes en la sacristía, como ejercicio concreto de ofrecimiento y aceptación de la misericordia de Dios, con la confesión y absolución de los pecados en el sacramento de la reconciliación.
Hablando a los jóvenes Francisco dijo: “Queridos jóvenes estoy muy contento de encontrarlos. Hoy hemos abierto esta puerta. Esto significa la Puerta de la Misericordia de Dios. Confíen en Dios. Porque él es misericordioso. Él es amor. Él es capaz de darnos la paz. Y por eso les he dicho al inicio que recen. Es necesario rezar para resistir, para amar, para ser artesano de paz”.
Y el Vicario de Cristo preguntó a los jóvenes: “¿Están dispuestos a resistir, tienen el corazón dispuesto a trabajar por la paz, a perdonar?, ¿Están con el corazón dispuesto a rezar? Recen también por mí para que pueda ser un buen obispo, un buen pastor, un buen Papa”.
Es verdaderamente hermoso, magnífico, que el domingo intenso del obispo de Roma en República Centroafricana, en el que tantos hombres y mujeres de buena voluntad y no solamente los fieles católicos, mostraron su deseo ferviente de trabajar por la reconciliación y la paz en este país, haya terminado con la experiencia concreta del amor perdonador de Dios con el sacramento de la misericordia, en una situación de tanto dolor y tanta guerra, provocada por la adoración al dios dinero por parte de mercenarios que controlan el uranio, el oro, el petróleo, a costa de la vida y dignidad de tantos que desean y merecen vivir en paz.

Papa abre Jubileo de la Misericordia en RCA: “Bangui es la capital espir...

(RV).- “Hoy inicia, aquí en Bangui, el Año Santo de la Misericordia”, “Bangui es la capital espiritual de la Misericordia”, con estas firmes y decididas palabras el Papa Francisco inició el Jubileo Extraordinario de la Misericordia en la capital Centroafricana.
Después de una jornada intensa y rica de emociones en los diferentes eventos del primer día de actividades del Santo Padre en Centroáfrica. Jornada que inició con el encuentro con las Autoridades del país a quienes recordó los valores sobre los cuales se funda esta nación; la emocionante visita a los prófugos de “San Salvador” de Bangui, para decirles que “la paz es posible porque todos somos hermanos”; el encuentro “familiar” con sus hermanosObispos de una de las Conferencias Episcopales menos numerosas de la Iglesia; la visita a la Facultad Teológica Evangélica para fortalecer el “diálogo” y relanzar la plataforma interreligiosa y finalmente la apertura de la Puerta Santa en la Catedral de Bangui.
La presencia del Pontífice ha reforzado la esperanza y alentado la alegría de la gente; en un país donde muchas veces la respuesta a la violencia ha sido la venganza. El Obispo de Roma, desde la capital Centroafricana invitó a orar por la paz y la reconciliación nacional, “hoy inicia, aquí en Bangui – dijo el Papa – el Año Santo de la Misericordia” y a los fieles y peregrinos congregados en el atrio de la Catedral de “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción” de Bangui les hizo repetir “pidamos la paz”, “pidamos la paz”. Para este pueblo pobre que sufre la guerra, pidió la gracia de la “limosna de la paz”. Que la respuesta a la violencia sea la misericordia, e invitó a todos a “pasar a la otra orilla”, a la orilla de la paz y la misericordia, para que el pueblo Centroafricano viva un nuevo tiempo de paz y progreso.
En este contexto, el Vicario de Cristo invitó a todos a vivir la reconciliación, incluso con nuestros enemigos, a ser “artesanos de la reconciliación y la misericordia” para poder pasar a la otra orilla, a la orilla de Jesús. La justicia de Dios, dijo el Papa, se da en la Misericordia. Antes de iniciar las Eucaristía el Pontífice hizo un llamamiento a todos los centroafricanos: “Depongan las armas de este mundo y abracen las armas de la justicia y la paz”.

Papa Francisco en Campo de Refugiados

Cómo Vivir El Adviento

sábado, 21 de noviembre de 2015

Conversión de los pastores para una conversión pastoral

Publicado el 19 nov. 2015
En este taller, especialmente dirigido a sacerdotes, Marc de Leyritz proporciona pautas a nuestros pastores, con el fin de desarrollar el importante papel que juegan de cara a la nueva evangelización.

viernes, 20 de noviembre de 2015

iMisión: Nueva Evangelización e Internet

Homilía del Papa: Que la fuerza de la Iglesia sea la palabra de Jesús

(RV).- Que la Iglesia no esté apegada al dinero y al poder, que no adore “el santo soborno”, sino que su fuerza y su alegría sea la palabra de Jesús. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
El proceso de degradación ensucia a la Iglesia
Partiendo de la primera lectura tomada del Libro de los Macabeos, que relata la alegría del pueblo por la nueva consagración del Templo profanado por los paganos y por el espíritu mundano, el Papa Bergoglio comentó la victoria de cuantos fueron perseguidos por el pensamiento único.
El pueblo de Dios festeja y se alegra – dijo el Santo Padre – porque vuelve a encontrar su propia identidad. Y explicó que la fiesta es algo que la mundanidad no sabe ni puede hacer. Porque el espíritu mundano nos puede conducir a tener un poco de diversión, un poco de ruido, mientras la alegría sólo proviene de la fidelidad a la Alianza.
El Obispo de Roma también destacó que en el Evangelio Jesús echa a los mercaderes del templo diciendo: “Está escrito: mi casa será casa de oración. Ustedes, en cambio, han hecho de ella una cueva de ladrones”. Como durante la época de los Macabeos, en que el espíritu mundano “había ocupado el lugar de la adoración al Dios vivo”. Y ahora – añadió el Papa – “sucede de otra manera”:
“Los jefes del Templo, los jefes de los sacerdotes – dice el Evangelio – y los escribas habían cambiado un poco las cosas. Habían entrado en un proceso de degradación y haciendo que  el Templo resultara ‘sucio’. ¡Habían ensuciado el Templo! El Templo es un icono de la Iglesia. ¡La Iglesia siempre, siempre, sufrirá la tentación de la mundanidad y la tentación de un poder que no es el poder que Jesucristo quiere para ella! Jesús no dice: ‘No, no se hace esto. Háganlo afuera’. Dice: ‘¡Ustedes han hecho una cueva de ladrones aquí!’. Y cuando la Iglesia entra en este proceso de degradación el final es muy feo. ¡Muy feo!”.
Apego al dinero y al poder que se transforma en rigidez
Se trata – añadió el Santo Padre – del peligro de la corrupción:
“Siempre está en la Iglesia la tentación de la corrupción. Sucede cuando la Iglesia, en lugar de estar apegada a la fidelidad al Señor Jesús, al Señor de la paz, de la alegría, de la salvación, cuando en lugar de hacer esto está apegada al dinero y al poder. Esto sucede aquí, en este Evangelio. Estos jefes de los sacerdotes, estos escribas estaban apegados al dinero, al poder, y se habían olvidado del espíritu. Y para justificarse y decir que eran justos, que eran buenos, habían cambiado el espíritu de libertad del Señor con la rigidez. Y Jesús, en el capítulo 23 de Mateo, habla de su rigidez. La gente había perdido el sentido de Dios, incluso la capacidad de alegría, también la capacidad de alabanza: no sabían alabar a Dios, porque estaban apegados al dinero y al poder, a una forma de mundanidad”.
No confiar en “el santo soborno”, sino en la palabra de Jesús
El Papa Francisco también recordó que los escribas y los sacerdotes se enojaron con Jesús:
“Jesús echa del Templo no a los sacerdotes, a los escribas; echa a estos que hacían negocios, a los especuladores del Templo. Pero los jefes de los sacerdotes y los escribas estaban relacionados con ellos: ¡existía el ‘santo soborno’ allí! Recibían de estos, estaban apegados al dinero y veneraban a este santo. El Evangelio es muy fuerte. Dice: ‘Los jefes de los sacerdotes y los escribas trataban de hacer morir a Jesús y así también los jefes del pueblo’. Lo mismo que había sucedido en el tiempo de Judas Macabeo. ¿Y por qué? Por este motivo: ‘Pero no sabían qué hacer porque todo el pueblo pendía de sus labios para escucharlo’. La fuerza de Jesús era su palabra, su testimonio, su amor. Y donde está Jesús, ¡no hay lugar para la mundanidad, no hay lugar para la corrupción! Y ésta es la lucha de cada uno de nosotros, ésta es la lucha cotidiana de la Iglesia: siempre Jesús, siempre con Jesús, siempre pendientes de sus labios, para escuchar su palabra; y jamás buscar seguridades donde están las cosas de otro patrón. Jesús nos había dicho que no se puede servir a dos patrones: o a Dios o a las riquezas; o a Dios o al poder”.
“Nos hará bien  – dijo el Papa al concluir su homilía – rezar por la Iglesia. Pensar en tantos mártires de hoy que, por no entrar en este espíritu de mundanidad, de pensamiento único, de apostasía, sufren y mueren. ¡Hoy! Hoy –  añadió –  hay más mártires en la Iglesia que en los primeros tiempos. Pensemos. Nos hará bien pensar en ellos. Y también pedir la gracia de no entrar jamás en este proceso de degradación hacia la mundanidad que nos lleva a estar apegados al dinero y al poder”.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Luis Alfredo Díaz - Tazón De Caldo

Jesús llora por el mundo que mata y no comprende la paz

(RV).- “Todo el mundo” hoy  “está en in guerra”, por la cual “no hay justificación”. Y el rechazo del  “camino de la paz” hace que Dios mismo, que Jesús mismo, lloren. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
“Jesús ha llorado”. Con estas palabras el Pontífice comenzó su homilía, en la que resonó el eco del Evangelio de Lucas leído poco antes, un pasaje tan breve cuanto conmovedor.
El mundo disfrazado de fiesta
Jesús se acerca a Jerusalén y – probablemente desde un punto más alto que le permite verla  – la observa y llora, dirigiendo estas palabras a la ciudad: “¡Si hubieras comprendido también tú, en este día, lo que conduce a la paz! Pero ahora ha sido escondido a tus ojos”. Francisco las repitió una a una y añadió:
Pero también hoy Jesús llora. Porque nosotros hemos preferido el camino de las guerras, el camino del odio, el camino de las enemistades. La Navidad está cerca: habrá luces, habrá fiestas, árboles iluminados, también pesebres… todo falsificado: el mundo sigue haciendo la guerra, sigue haciendo las guerras. El mundo no ha comprendido el camino de la paz.
Guerra para los bolsillos de los traficantes
El Santo Padre recordó las recientes conmemoraciones de la Segunda Guerra Mundial, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, su visita a Redipuglia, el año pasado con motivo del aniversario de la Gran Guerra. “Matanzas inútiles”, repitió con las palabras del Papa Benedicto. “Hoy hay guerra por doquier, hay odio”, constató. Y se preguntó: “¿Qué queda de una guerra, de ésta, que estamos viviendo ahora?”:
¿Qué queda? Ruinas, miles de niños sin educación, tantos muertos inocentes: ¡tantos!, y tanto dinero en los bolsillos de los traficantes de armas.
Una vez Jesús dijo: “No es posible servir a dos patrones: o a Dios, o las riquezas”. La guerra es precisamente la elección por las riquezas: “Construyamos armas, así la economía se equilibra un poco, y vamos adelante con nuestro interés”. Hay una palabra fea del Señor: “¡Malditos!”. Porque Él ha dicho: “¡Bienaventurados los constructores de paz!”. Estos que trabajan por la guerra, que hacen las guerras, son malditos, son delincuentes. Una guerra se puede justificar – entre comillas – con tantas, tantas razones. Pero cuando todo el mundo, como sucede hoy, está en guerra, ¡todo el mundo!: es una guerra mundial – a pedazos: aquí, allá, allá, por doquier… no hay justificación. Y Dios llora. Jesús llora.
Que el mundo llore por sus crímenes
“Y mientras los traficantes de armas hacen su trabajo  – prosiguió diciendo el Pontífice  – están los pobres agentes de paz que sólo para ayudar a una persona, a otra, a otra, y a otra, dan su vida”. Como hizo “un icono de nuestros tiempos, Teresa de Calcuta”. Contra la cual también – observó – “con el cinismo de los potentes, se podría decir: ‘¿Pero qué ha hecho aquella mujer? ¿Ha perdido su vida ayudando a la gente a morir?”. No se comprende el camino de la paz…”:
Nos hará bien también a nosotros pedir la gracia del llanto, por este mundo que no reconoce el camino de la paz. Que vive para hacer la guerra, con el cinismo de decir que no hay que hacerla. Pidamos la conversión del corazón. Precisamente en el umbral de este Jubileo de la Misericordia, que nuestro júbilo, nuestra alegría sea la gracia para que el mundo vuelva a encontrar la capacidad de llorar por sus crímenes, por lo que hace con las guerras.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Lo que Ocurre en la Santa Misa - Catalina Rivas

Abrir las puertas al encuentro de Jesús que espera paciente y nos trae su bendición y su amistad, el Papa en la Catequesis

(Radio Vaticana).- "La iglesia es la portera, no la patrona de la Casa del Señor" En el umbral del Año de la Misericordia, que iniciará el 8 de diciembre con la apertura de la puerta santa, Francisco explicó el 18 de noviembre que es “una puerta que se abre en la Iglesia para salir al encuentro de aquellos que por tantas razones se encuentran lejos. También las familias están invitadas a abrir sus puertas para salir al encuentro de Jesús que nos espera paciente, y que quiere traernos su bendición y su amistad. Una Iglesia que no fuera hospitalaria o una familia cerrada en sí misma sería una realidad terrible, que mortifica el Evangelio y hace más árido el mundo”.
El obispo de Roma dijo ante la multitud de fieles y peregrinos en la plaza de san Pedro que “la puerta abierta nos habla de confianza, de hospitalidad, de acogida. La puerta es para proteger pero no para rechazar, y además no puede ser forzada, pues la hospitalidad brilla por la libertad de la acogida. Jesús siempre llama, siempre pide permiso. Al mismo tiempo, la puerta debe abrirse frecuentemente, aunque sólo sea para ver si hay alguien que espera y que no tiene el valor ni la fuerza para llamar”.
El Sucesor de Pedro fundó su catequesis en el evangelio de san Juan, donde Jesús se compara con la puerta del redil, en el que encontramos seguridad. “Una puerta por la que podemos entrar y salir sin temor. La Iglesia debe colaborar con Cristo como el guardián del que habla el evangelio, escuchando la voz del Pastor y dejando entrar a todas las ovejas que Él trae consigo”.
Antes de recordar que el 19 de noviembre es la Jornada Mundial de los derechos de la infancia, afirmando que “es un deber de todos proteger a los niños y anteponer su bien a todo otro criterio”, Francisco invitó a pedir a la Sagrada Familia, “que supo lo que significa encontrar una puerta cerrada, que ayude a los hogares cristianos a ser un signo elocuente de la Puerta de la Misericordia, que se abre al Señor que llama y al hermano que viene”. jesuita Guillermo Ortiz -RV

martes, 17 de noviembre de 2015

La mejor versión de ti mismo (3ª Parte)

Evitar las tentaciones de una vida mundana

(RV).- Atentos a la mundanidad que nos “lleva a la doble vida”. Es la admonición que hizo el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice reafirmó que, para custodiar la identidad cristiana, es necesario ser coherentes y evitar las tentaciones de una vida mundana.
El anciano Eleazar “no permite que el espíritu de la mundanidad” lo debilite y prefiere morir, antes que rendirse a la apostasía del “pensamiento único”. ElPapa Bergoglio se inspiró en la primera lectura, tomada del segundo librode los Macabeos, para advertir nuevamente a los cristianos acerca de las tentaciones de la vida mundana. Eleazar, ya con 90 años, no aceptó comer carne de cerdo como le pedían también sus “amigos mundanos” preocupados por salvarle la vida. Y observó que este anciano mantuvo su dignidad “con aquella nobleza” que le venía “de una vida coherente”, que va al martirio y da testimonio”.
La mundanidad nos aleja de la coherencia de la vida cristiana
“La mundanidad espiritual nos aleja de la vida coherente – refirmó el Santo Padre – nos hace incoherentes”, uno “finge ser así” pero vive “de otra manera”. Y la mundanidad – añadió – “es difícil conocerla desde el inicio porque es como la carcoma que lentamente destruye, degrada la tela y después esa tela se vuelve inservible” y el hombre que “se deja llevar adelante por la mundanidad, pierde su identidad cristiana”:
“La carcoma de la mundanidad ha arruinado su identidad cristiana, es incapaz de coherencia. ‘Oh, yo soy tan católico, Padre, yo voy a Misa todos los domingos, tan católico’. Y después vas a trabajar, a realizar tu profesión: Pero si tú me compras esto, hacemos este tráfico de influencias y tú recibes el soborno’. Esta no es coherencia de vida, ésta es mundanidad, para dar un ejemplo. La mundanidad te conduce a la doble vida, a la que aparece y a la que es verdadera, y te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana”.
Pedir al Señor apoyo contra las tentaciones mundanas
Por esto – prosiguió explicando el Papa – Jesús es “tan fuerte” cuando pide al Padre que salve a los discípulos del espíritu mundano, “que destruye la identidad cristiana”. Un ejemplo de bastión contra este espíritu es precisamente Eleazar que piensa en los jóvenes que si hubieran cedido al espíritu mundano, se habrían perdido por su culpa:
“El espíritu cristiano, la identidad cristiana, jamás es egoísta, siempre trata de cuidar con la propia coherencia, cuidar, evitar el escándalo, cuidar a los demás, dar un buen ejemplo. ‘Pero no es fácil, Padre, vivir en este mundo, donde las tentaciones son tantas, y el truco de la doble vida nos tienta todos los días, no es fácil’. Para nosotros no sólo no es fácil, es imposible. Sólo Él es capaz de hacerlo. Y por esto hemos rezado en el Salmo: ‘El Señor me sostiene’. Nuestro apoyo contra la mundanidad que destruye nuestra identidad cristiana, que nos lleva a la doble vida, es el Señor”.
Tener el coraje de llevar adelante la identidad cristiana
El Señor es el único que puede salvarnos – dijo nuevamente el Santo Padre – y nuestra oración humilde será: “Señor, soy pecador, verdaderamente, todos lo somos, pero te pido tu apoyo, dame tu apoyo para que, por una parte, no finja ser cristiano y, por otra, viva como un pagano, como mundano”:
“Si ustedes tienen hoy un poco de tiempo, tomen la Biblia, el segundo libro de los Macabeos, capítulo sexto, y lean esta historia de Eleazar. Les hará bien, les dará valor para ser ejemplo para todos y también les dará fuerza y apoyo para llevar adelante la identidad cristiana, sin componendas, sin doble vida”.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Nuestra meta es el encuentro con el misterio de la persona de Jesús resucitado y su regreso victorioso, el Papa en Ángelus

(Radio Vaticana).- Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Nosotros no esperamos un día o un lugar, “nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el que nos encuentre preparados", dijo Francisco en su reflexión previa a la oración del ángelus del domingo 15 de noviembre de 2015, ante una plaza de san Pedro repleta de peregrinos y files que llegaron para escucharlo, rezar con él y recibir su bendicón.
Por esto, insistió el Obispo de Roma en que "no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino de “cómo” debemos comportarnos, hoy en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios"."Nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene “lleno de poder y de gloria”, que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor del próximo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo"jesuita Guillermo Ortiz
Texto completo de la reflexión del Papa traducido del original italiano
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este penúltimo domingo del año litúrgico propone una parte del discurso de Jesús, sobre los últimos eventos de la historia humana, orientada al pleno cumplimiento del Reino de Dios (cfr Mc 13,24-32). Es un discurso que Jesús hizo en Jerusalén, antes de su última Pascua. Contiene algunos elementos apocalípticos, como guerras, hambrunas, catástrofes cósmicas: dice “el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán”. Sin embargo, estos elementos no son la cosa esencial del mensaje. El núcleo central en torno al cual gira el discurso de Jesús es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección, y su regreso al final de los tiempos.
Nuestra meta final es el encuentro con el Señor resucitado. Yo les quisiera preguntar, ¿cuántos de ustedes piensan esto? Habrá un día en que yo me encontraré cara a cara con el Señor. Y ésta es nuestra meta: este encuentro. Nosotros no esperamos un tiempo o un lugar, nos encontramos con una persona: Jesús. Por lo tanto, el problema no es “cuándo” sucederán las señales premonitorias de los últimos tiempos, sino el hacer que nos encuentre preparados.  Y no se trata ni si quiera de saber “cómo” sucederán estas cosas, sino “cómo” debemos comportarnos, hoy, en su espera. Estamos llamados a vivir el presente, construyendo nuestro futuro con serenidad y confianza en Dios. La parábola de la higuera que germina, como símbolo del verano ya cercano, (cfr vv. 28-29), expresa que la prospectiva del final no nos desvía de la vida presente, sino que nos hace mirar nuestros días con una óptica de esperanza. Es esa virtud tan difícil de vivir: la esperanza, la más pequeña de las virtudes, pero la más fuerte. Y nuestra esperanza tiene un rostro: el rostro del Señor resucitado, que viene “lleno de poder y de gloria”, que manifiesta su amor crucificado, transfigurado en la resurrección. El triunfo de Jesús al final de los tiempos, será el triunfo de la Cruz; la demostración de que el sacrificio de sí mismo por amor del prójimo y a imitación de Cristo, es el único poder victorioso y el único punto fijo en medio de la confusión y tragedias del mundo.
El Señor Jesús no es sólo el punto de llegada de la peregrinación terrena, sino que es una presencia constante en nuestra vida, siempre está a nuestro lado, siempre nos acompaña; por esto cuando habla del futuro y nos impulsa hacia aquel, es siempre para reconducirnos al presente. Él se contrapone a los falsos profetas, contra los visionarios que prevén la cercanía del fin del mundo y contra el fatalismo. Él está al lado, camina con nosotros, nos quiere. Quiere sustraer a sus discípulos de cada época de la curiosidad para las fechas, las previsiones, los horóscopos, y concentra nuestra atención sobre el hoy de la historia. Yo tendría ganas de preguntarles, respondan interiormente, ¿cuántos de ustedes leen el horóscopo del día? Callados. Cada uno que se responda a sí mismo. Y cuando te vengan ganas de leer el horóscopo, mira a Jesús, que está contigo. Es mejor, te hará mejor. Esta presencia de Jesús nos llama a la espera y la vigilancia, que excluyen tanto la impaciencia como la pereza, tanto las fugas hacia delante como el permanecer encarcelados en la actualidad de lo mundano.
También en nuestros días no faltan la calamidad natural y moral, y tampoco la adversidad y las dificultades de todo tipo. Todo pasa –nos recuerda el Señor-; sólo Él, su Palabra permanece como luz que guía y anima nuestros pasos y nos perdona siempre, porque está al lado nuestro. Sólo es necesario mirarlo y nos cambia el corazón. Que la Virgen María nos ayude a confiar en Jesús, el sólido fundamento de nuestra vida, y a perseverar con alegría en su amor. 

jueves, 12 de noviembre de 2015

Con María, confiar en la Misericordia, mirar con su amor, apresurarse en socorrer. Gratitud del Papa a los guanelianos



«Vuestra familia surgió en la confianza del Padre, bajo la mirada de Jesús y en las manos maternas de María», recordó el Papa con su profunda gratitud por el bien que hacen, por acogerlo a él también en la Familia Guaneliana y exhortándolos a perseverar en confiar, mirar y apresurarse.
Confiar en la Divina Providencia. Reflexionando sobre el primero de estos tres verbos, hizo hincapié en el amor concreto y providente del Padre, como muestra la vida de Don Guanella, para él no era una ‘poesía’, sino una realidad: Dios nos cuida y quiere que confiemos en él, sin caer en la tentación del desaliento:
«Él nos ama más de lo que nosotros nos amamos a nosotros mismos y sabe cuál es nuestro verdadero bien. Por ello, desea que en nuestra vida seamos lo que somos en el momento del Bautismo: sus hijos amados, capaces de vencer el miedo y de no caer en el lamento, porque el Padre nos cuida».
Mirar con los ojos y el corazón de Jesús, para que no falte la caridad en nuestro mundo señaló el Papa en el segundo verbo:
«En el mundo no faltan nunca los problemas y nuestro tiempo conoce lamentablemente nuevas pobrezas e injusticia. Pero la carestía más grande es la de la caridad: sobre todo, se necesitan  personas con ojos renovados por el amor  y miradas que infundan esperanza».
Y apresurarse como la Madre de Dios, pues los pobres y los que sufren no pueden esperar:
«La Virgen se apresuró para ayudar a su prima Isabel. Escuchemos también nosotros la invitación del Espíritu a salir enseguida al encuentro del que necesita nuestro cuidado y afecto, porque como enseñaba San Luis ‘un corazón cristiano que cree y que siente no puede pasar delante de las indigencias del pobre sin socorrerlo».

miércoles, 11 de noviembre de 2015

El famoso delantero Javier Hernández, Chicharito, lo tiene claro: «Dios está a mi lado, al de todos»

El delantero mexicano del Bayern Leverkusen, Javier "Chicharito" Hernández, se dejó llevar por los sentimientos al recordar la importancia de su familia y de Dios en los momentos más difíciles durante el inicio de su carrera en Chivas, méxico, hace diez años.

El futbolista destacó el relevante papel que ha tenido su madre, Silvia Balcázar, para crecer como jugador y el apoyo recibido en toda situación, pero por encima de todo, el papel de Dios en su vida.

En la entrevista realizada por León Kruze, para la cadena televisiva Univisión, Chicharito reconoció: “No ha sido fácil y me dan estas lágrimas porque yo nada más he sufrido, mi familia: mi padre, mi hermana mis abuelos, y mi madre en especial”.

Al ser preguntado por el periodista por el papel que juega la fe en tu vida, Chicharito responde: “Todo. Para mí la Fe, la confianza y la paciencia son las tres palabras…”. 

A respuesta de si Dios ha estado de su lado el futbolista no lo duda: “Sí, ha estado de mi lado. Está. Está en el lado de todos. Lo bonito de que yo crea en Dios es que está ahí para todos”. 

“¿Qué le dices?”, pregunta el entrevistador, a lo que el delantero mexicano responde simplemente: “Gracias”.


Es frecuente que Chicharito rece de rodillas con las manos hacia el cielo en los momentos previos a un partido

Chicharito explica que entre los 18 y 20 años pasó un momento muy complicado en su vida, “fue dificilísimo, tenía mis ilusiones y mis sueños pero mi participación en Chivas era nula”. “¿Qué te salvó?” le preguntan, “Principalmente mi fe en Dios, y mi familia”, responde.
Orgulloso de ser católico
Chicharito ya habló de su fe católica a su paso por Manchester, en Inglaterra. “Soy católico, no me da pena decirlo. En mi casa he recibido una educación católica, mi abuelita es sobre todo muy católica y es la base de nuestra familia”.  Su abuela, doña Lucha, le inculcó desde pequeño su amor a la Iglesia Católica y a la Virgen María, algo que este futbolista de éxito no ha olvidado.
Dios y la familia, la clave del éxitoLa familia es lo más importante para él y la que le ha dado estabilidad en un mundo tan complicado como el del fútbol. En una entrevista le preguntaron que definiera el éxito en tres palabras y no dudó: “Dios, familia, perseverancia”. Y en sus proyectos de vida: “Quiero ser esposo, quiero ser padre de familia, pero todo a su debido tiempo. Dios va a decidir eso, y cuando sea, obviamente cambiará toda mi vida”.

Que la convivialidad familiar crezca en el tiempo de gracia del Jubileo, el Papa en su catequesis

(RV).- En su catequesis de la audiencia general del segundo miércoles de noviembre, celebrada en la Plaza de San Pedro ante la presencia de varios miles de fieles y peregrinos de numerosos países, el Papa Francisco continuó sus reflexiones sobre la familia, deteniéndose en esta ocasión en la convivialidad, es decir en la virtud que se nos enseña desde pequeños en la vida familiar para aprender a compartir con alegría los bienes de la vida.  
Hablando en italiano el Obispo de Roma recordó ante todo que se trata de una “virtud preciosa”, cuyo símbolo o icono es, precisamente, la familia reunida en torno a la mesa doméstica, donde compartir la comida y los afectos, representa una experiencia fundamental, como lo vemos durante una fiesta de cumpleaños o de algún aniversario e, incluso, en algunas culturas, durante un luto, para estar cerca de quien padece el dolor de la pérdida de un familiar.
El Santo Padre afirmó que la convivialidad es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones, puesto que si en una familia hay algo que no funciona, alrededor de la mesa se comprende inmediatamente. Y añadió que cuando sus miembros casi nunca se reúnen para comer juntos, o lo hacen sin hablar, sino mirando la televisión, o el smartphone, tienen muy poco de familia.
Tras destacar la vocación especial del cristianismo a la convivialidad, Francisco afirmó que al participar en la Eucaristía la familia se purifica de la tentación de encerrarse en sí misma, se fortifica en el amor y en la fidelidad y ensancha los confines de su fraternidad según el corazón de Cristo.
El Pontífice también destacó que en nuestro tiempo, marcado por tanta cerrazón, la convivialidad dilatada por la Eucaristía se convierte en una oportunidad crucial que se traduce en la hospitalidad, siendo escuela de inclusión humana.
El Santo Padre se refirió a la situación que se vive en los países ricos en que sus habitantes son inducidos a gastar, primero, por una nutrición excesiva y después para remediar el exceso en lo que no dudó en definir un “negocio insensato que distrae nuestra atención de la verdadera hambre del cuerpo y del alma”. Y definió “una vergüenza” ciertas publicidades mientras demasiados hermanos y hermanas permanecen fuera de la mesa.
Después de invitar a mirar el misterio del Convite eucarístico en que el Señor parte su Cuerpo y derrama su Sangre por todos, el Papa concluyó su catequesis deseando que la familia cristiana muestre la amplitud de su verdadero horizonte, que es el horizonte de la Iglesia Madre de todos los hombres, de todos los abandonados y excluidos en todos los pueblos. “Recemos – dijo Francisco –  para que esta convivialidad familiar crezca y madure en el tiempo de gracia del próximo Jubileo de la Misericordia”.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy reflexionaremos sobre una cualidad característica de la vida familiar que se aprende desde los primeros años de vida: la convivialidad, es decir, la actitud de compartir los bienes de la vida y ser felices de poderlo hacer. ¡Pero compartir y saber compartir es una virtud preciosa! Su símbolo, su “ícono”, es la familia reunida alrededor de la mesa doméstica. El compartir los alimentos – y por lo tanto, además de los alimentos, también los afectos, los cuentos, los eventos… - es una experiencia fundamental. Cuando hay una fiesta, un cumpleaños, un aniversario, nos reunimos alrededor de la mesa. En algunas culturas es habitual hacerlo también por el luto, para estar cercanos de quien se encuentra en el dolor por la pérdida de un familiar.
La convivialidad es un termómetro seguro para medir la salud de las relaciones: si en la familia hay algo que no está bien, o alguna herida escondida, en la mesa se percibe enseguida. Una familia que no come casi nunca juntos, o en cuya mesa no se habla pero se ve la televisión, o el smartphone, es una familia “poco familia”. Cuando los hijos en la mesa están pegados a la computadora, al móvil, y no se escuchan entre ellos, esto no es familia, es un jubilado.
El Cristianismo tiene una especial vocación por la convivialidad, todos lo saben. El Señor Jesús enseñaba frecuentemente en la mesa, y representaba algunas veces el Reino de Dios como un banquete gozoso. Jesús escogió la comida también para entregar a sus discípulos su testamento espiritual – lo hizo en la cena – condensado en el gesto memorial de su Sacrificio: donación de su Cuerpo y de su Sangre como Alimento y Bebida de salvación, que nutren el amor verdadero y duradero.
En esta perspectiva, podemos bien decir que la familia es “de casa” a la Misa, propio porque lleva a la Eucaristía la propia experiencia de convivencia y la abre a la gracia de una convivialidad universal, del amor de Dios por el mundo. Participando en la Eucaristía, la familia es purificada de la tentación de cerrarse en sí misma, fortalecida en el amor y en la fidelidad, y extiende los confines de su propia fraternidad según el corazón de Cristo.
En nuestro tiempo, marcado por tantas cerrazones y tantos muros, la convivialidad, generada por la familia y dilatada en la Eucaristía, se convierte en una oportunidad crucial. La Eucaristía y la familia nutridas por ella pueden vencer las cerrazones y construir puentes de acogida y de caridad. Sí, la Eucaristía de una Iglesia de familias, capaces de restituir a la comunidad la levadura dinámica de la convivialidad y de hospitalidad recíproca, es una ¡escuela de inclusión humana que no teme confrontaciones! No existen pequeños, huérfanos, débiles, indefensos, heridos y desilusionados, desesperados y abandonados, que la convivialidad eucarística de las familias no pueda nutrir, restaurar, proteger y hospedar.
La memoria de las virtudes familiares nos ayuda a entender. Nosotros mismos hemos conocido, y todavía conocemos, que milagros pueden suceder cuando una madre tiene una mirada de atención, servicio y cuidado por los hijos ajenos, además de los propios. ¡Hasta ayer, bastaba una mamá para todos los niños del patio! Y además: sabemos bien la fuerza que adquiere un pueblo cuyos padres están preparados para movilizarse para proteger a sus hijos de todos, porque consideran a los hijos un bien indivisible, que son felices y orgullosos de proteger.
Hoy muchos contextos sociales ponen obstáculos a la convivialidad familiar. Es verdad, hoy no es fácil. Debemos encontrar el modo de recuperarla; en la mesa se habla, en la mesa se escucha. Nada de silencio, ese silencio que no es el silencio de las religiosas, es el silencio del egoísmo: cada uno tiene lo suyo, o la televisión o el ordenador… y no se habla. No, nada de silencio. Recuperar esta convivialidad familiar aunque sea adaptándola a los tiempos. La convivialidad parece que se ha convertido en una cosa que se compra y se vende, pero así es otra cosa. Y la nutrición no es siempre el símbolo de un justo compartir de los bienes, capaz de alcanzar a quien no tiene ni pan ni afectos. En los Países ricos somos estimulados a gastar en una nutrición excesiva, y luego lo hacemos de nuevo para remediar el exceso. Y este “negocio” insensato desvía nuestra atención del hambre verdadera, del cuerpo y del alma. Cuando no hay convivialidad hay egoísmo, cada uno piensa en sí mismo. Es tanto así, que la publicidad la ha reducido a un deseo de galletas y dulces. Mientras tanto, muchos hermanos y hermanas se quedan fuera de la mesa. ¡Es un poco vergonzoso! ¿No?
Miremos el misterio del Banquete eucarístico. El Señor entrega su Cuerpo y derrama su Sangre por todos. De verdad no existe división que pueda resistir a este Sacrificio de comunión; solo la actitud de falsedad, de complicidad con el mal puede excluir de ello. Cualquier otra distancia no puede resistir a la potencia indefensa de este pan partido y de este vino derramado, Sacramento del único Cuerpo del Señor. La alianza viva y vital de las familias cristianas, que precede, sostiene y abraza en el dinamismo de su hospitalidad las fatigas y las alegrías cotidianas, coopera con la gracia de la Eucaristía, que es capaz de crear comunión siempre nueva con la fuerza que incluye y que salva.
La familia cristiana mostrará así, la amplitud de su verdadero horizonte, que es el horizonte de la Iglesia Madre de todos los hombres, de todos los abandonados y de los excluidos, en todos los pueblos. Oremos para que esta convivialidad familiar pueda crecer y madurar en el tiempo de gracia del próximo Jubileo de la Misericordia. Gracias.